Muchas son las historias que surgen en fechas de aniversario y cada italiano o hijo de inmigrante tiene la suya.
La mayoría marcada por los efectos de la guerra, de grandes sacrificios, pobreza, trabajo duro y también marcadas por el amor.
Andres Ferravante es el vice presidente de Italia Unida y nos cuenta la historia de sus padres.
La rosa que cruzó el Océano
Giuseppe y María se casaron en 1950 en Italia, pero él debió partir rápidamente en barco hacia Argentina, donde lo esperaba su tío en Villa Regina, Ferdinando Ferravante, uno de los primeros pobladores de esa localidad.
Giuseppe logró asentarse en Regina, pero su esposa seguía en Italia. Muchas fueron las cartas que viajaron a Europa, pero la más importante fue la que llevaba en el interior de un libro, una rosa que él arrancó de un jardín. María recibió con alegría y nostalgia aquel hermoso detalle. En 1954 cuando Giuseppe la mandó a buscar, ella llegó al valle con la rosa que él le había enviado y que había recorrido el Océano de ida y vuelta.
“Esta rosa que hoy guardo celosamente en este libro, es esa rosa. Es la que le envió mi papá a mi mamá cuando estaba en Italia. Hoy ellos ya no están, pero me queda el símbolo de su amor”, dice Andrés Ferravante, tocando la flor, como si acariciara a sus padres.
Antes de viajar a Argentina, Giuseppe estuvo bajo bandera y fue soldado durante la segunda guerra mundial. Con María tuvo dos hijos, Mario Vito y Andrés. Los estudios alcanzados en Italia le sirvieron para recibirse de enólogo, profesión que ejerció en el Alto Valle, además de formar parte de la Asociación de Italia Unida.
Andrés es hoy el vicepresidente del Club, mientras que su padre estuvo en tres oportunidades en el cargo de presidente, cuando se la conocía como Asociación de Socorros Mutuos.
“Mis padres vivieron en Regina, pero luego se vinieron a Roca y formaron parte de la Asociación”, cuenta Andrés y explica que cada italiano que llegaba a cualquier lugar de Argentina era recibido por sus paisanos, ayudándolo a instalarse, brindándole trabajo y hasta con aportes económicos si era necesario, de allí el nombre de socorros mutuos.
La familia siempre fue algo muy importante para la comunidad italiana y es por ello que cada domingo, los inmigrantes se congregaban en el patio de la sede para afianzar lazos.
“Se hacía pollo a la parrilla y tallarines con salsa. El cocinero era Ernesto Cattini, quien tenía un secadero de frutas”, dice Andrés mientras muestra una foto de esos almuerzos, donde él es un bebé y está en brazos de su madre. Por otra parte cuenta que las paredes del edificio fueron construido por los mismos inmigrantes. “La mayoría de ellos eran albañiles y todo el material que les sobraba, lo donaban para construir la sede de calle Sarmiento y la levantaron con sus propias manos”, resalta.
Andrés tiene un comercio dedicado a la imprenta y en una de las paredes cuelga un cuadro de gran tamaño que contiene la forma típica de la bota de Italia.
“Este cuadro es uno de los cuatro que trajo el Enzo Martinazzi en 1972 de su viaje a Italia.
Una de las frases destacadas de ese cuadro reza: “Italia, Italia, Patria dei miei occhi e del mio cuore!” (Italia, Italia, Patria de mis ojos y de mi corazón).
Andrés nunca viajó a la tierra de sus padres y es una tarea pendiente llegar al lugar donde María y Giuseppe se conocieron, se casaron y soñaron con una familia y un futuro en nuestro valle.
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