Sin dudas debe ser uno de los inventos más exquisitos de los que se conocen en el mundo de la cocina. Práctico, accesible, simple y rendidor. Apto para los espectáculos musicales, para los deportivos y por qué no para los políticos.
Vaya si tiene seguidores, tantos que en Córdoba se realizó hasta el mundial.
Sí, estoy hablando del popular, denostado y apreciado choripán, que más allá de todo lo que le endilguen, es de las comidas rápidas más exquisitas que se conozcan.
Lo concreto es que el choripán no distingue de clases sociales, porque lo consumen en todos lados, lo eligen para cada acontecimiento familiar, de amigos, deportivo. Claro, tal vez la diferencia esté en la calidad del chorizo que se utilice, pero no deja de ser un choripán.
La política agitada de los últimos años en la Argentina le hizo mala fama, pero en realidad la ligó de arriba, porque fue la política la que se metió con el choripán y no el choripán con la política. Permitió alimentar ocasionalmente a miles de seguidores de distintos signos políticos que llegaban multiplicados a respaldar candidatos.
Sin cubiertos, sin platos, sin más exigencias de utensilios, el choripán le sacó mucha ventaja a cualquier otra comida por su practicidad, por su sabor y porque simplemente es una verdadera tentación.
El choripán no es ni radical ni peronista, pero venidos a la actualidad menos aún del Pro. El choripán es eso, una combinación simple y tentadora de pan y chorizo a la que nadie se resiste.
No es patrimonio de nadie, aunque se dice que en las dos orillas del río de la plata está su origen. Y como el mejor de los inventos se esparció por el mundo. Los más celosos aseguran que tal como se lo conoce hoy, lo inventaron en Córdoba y que lleva el agregado del chumichurri.
Vaya el desagravio al noble choripán por las injustas y desmedidas acusaciones de las que fue objeto. Si hay algo seguro es que perdurará más allá de los políticos de turno.
Publicado en Diario "Río Negro", 9 de abril de 2017.
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