miércoles, 14 de noviembre de 2012

UNA HISTORIA DE VIDA CON OBJETIVOS BIEN CLAROS.

“¿Tenés algún proyecto personal?
Nada, ninguno, sólo quiero luchar por ella…por ella todo!” Respondió Vanesa, la madre.
Como si resignar la vida por un hijo no fuese el proyecto más ambicioso que pueda tener un ser humano en el mundo.
Priscila Soledad tiene 8 años y, a los pocos días de su nacimiento un 23 de marzo, los médicos le diagnosticaron espina bífida lumbar con hidrocéfalo y otras enfermedades congénitas de la cadera, lo que le afecta su movilidad desde la cintura hacia abajo y, por ende, su independencia.
Junto a su mamá de 28, Priscila comparte su vida con sus abuelos maternos Sonia y Segundo, y sus tíos David y José, en una vivienda de Barrio Nuevo de Villa Regina.
Pese a la enfermedad, la niña se transporta en silla de ruedas y, de esta manera, concurre a segundo grado de la Escuela Nº 220, acompañada siempre por Vanesa, quien destina la jornada completa a las atenciones de su hija.
Pese a las dificultades y a un ritmo especial, diferente al común de los niños de su edad, Priscila logró aprender a leer y escribir además de entusiasmarse a la hora de cantar, dibujar, vestirse y maquillarse.
La belleza integral de Priscila la convierten en una niña alegre, extremadamente coqueta, inteligente, que logra establecer una buena relación con sus compañeros, no obstante la pregunta es frecuente: “¿Cuándo voy a dejar la silla de ruedas? ¿El año que viene cuando cumpla años?”.
Vanesa sabe que no y por ello cada circunstancia diaria se orienta a buscar la mejor manera de aliviar el destino que, no sólo, puso freno a la libertad de su hija, sino que también limitó la suya a un solo objetivo: mejorar la calidad de vida de Priscila.
“Un día, en Roca, vi a una señora con una nena que pedaleaba con sus manitos y me pregunté: ¿Cómo hago para averiguar por algo así para mi niña?!. Fui a ver a un metalúrgico de Barrio Antártida y me dijo que esas bicicletas se pueden encargar pero son carísimas!”. Al instante, como si fuera una varita mágica la que destella en el aire, el primer indicio de solidaridad en este nuevo camino se hizo presente: el buen vecino se mostró predispuesto a construir una bicicleta similar a un valor mucho menor y, de inmediato, un círculo de personas, allegadas a la familia, con el aval de la Municipalidad y del Hospital, organizó una rifa para recaudar fondos y ayudar a Priscila a tener su bicicleta.
La circunstancia no permite que Vanesa pueda tener un trabajo pero son sus padres quienes le brindan contención, no solo en lo económico, sino también en lo afectivo, además de una pensión que cobra por discapacidad.
La situación, su belleza e incluso su condición de niña no le quita protagonismo a Priscila, sin embargo, la dureza de la vida no dejó al margen a Vanesa, quien, con lágrimas en los ojos, relató historias anteriores como otra hija fallecida por muerte súbita, violencia física y desilusiones reiteradas por lo que, a partir de ahora, su meta es dar todo por su niña: “…ahora la bicicleta…después voy a luchar por un sillón ortopédico”, dijo.
 
Fuente de información e imagen: Prensa Municipalidad de Villa Regina.

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