La fachada se actualiza cada año, para recordarle a todos los vecinos el tiempo que lleva en la ciudad. Foto: Néstor Salas. |
El edificio forma parte de la historia de Villa Regina, y aún mantiene vivos los recuerdos de los tiempos del nacimiento de la colonia. Un frente que poco a cambiado con el paso de los años, y que aún conserva las grandes puertas y ventanas que se cubrían con postigos de madera para evitar el ingreso de la tierra que volaba cuando aún las plantaciones era pocas.
Ubicado en pleno centro de Villa Regina, en la avenida Rivadavia al 78, en la zona donde hoy se concentran las entidades bancarias, varios organismos públicos, locales de cadenas de supermercados y de venta de electrodomésticos, el Almacén Viero mantiene sus puertas abiertas para la atención al público.
Su historia se remonta a cuando Francisco Viero llegó desde Italia a Villa Regina para trabajar por un futuro mejor para él y su familia.
Francisco Viero fue uno de los primeros inmigrantes italianos que llegó a Villa Regina en 1924 para trabajar bajo las órdenes de la Compañía Italo Argentina de Colonización (CIAC).
Hasta 1930, fue empleado de esa compañía, y a partir de ese año se hizo cargo de un comercio que ya estaba en funcionamiento.
Su primera ubicación fue la esquina de las calles 25 de Mayo y Don Bosco, pero cinco años más tarde se trasladó a otra esquina, la de 25 de Mayo y Reconquista, donde actualmente se encuentra el edificio de la Facultad de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Nacional del Comahue.
Sin embargo en este lugar tampoco estuvo por mucho tiempo: en 1941 se trasladó hasta su lugar actual, en la avenida Rivadavia 78, donde ha permanecido inalterable.
La posta comercial que inició Francisco Viero, pasó a mano de dos de sus hijos Juan (Giani) y Francisco (Nito), y actualmente Miguel, hijo de Juan, comparte la responsabilidad de mantener viva la tradición junto Nito.
Con 87 años de vida, cumplidos hace unas pocas semanas atrás, este comercio tradicional de Regina, aún mantiene en su interior una estructura tradicional, con piso de baldosas de dos colores, anaqueles que se extienden hasta el techo y que cuentan con cajones donde anteriormente se disponían los alimentos que se vendían a granel.
En su frente, una fachada sin demasiada ornamentación arquitectónica, se recuerda el paso de la historia, incluso con un viejo surtidor de combustible que durante años estuvo en funcionamiento para abastecer a los productores de Regina.
Es poco probable que algún reginense no conozca este tradicional comercio de la ciudad, o que incluso alguna vez no haya atravesado su doble puerta de madera para ingresar y revivir allí esa atmósfera que rememora los viejos almacenes de ramos generales.
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