Decir que el viento es aire en movimiento no es nada novedoso. Pero si lo es aquello que genera ese viento y lo que hace que algún día se produzcan intensidades como las de ayer en el norte de la Patagonia.
Lo que conocemos como “efecto zonda” fue lo que hubo en las últimas horas en gran parte de la región. Neuquén reportó ráfagas de 116 km/h, mientras que INTA Alto Valle en el entorno de los 97 km/h. Varios puntos de la región superaron holgadamente los 100 km/h.
A los daños que provocaron las ráfagas de viento, se sumó el fuego en numerosos lugares. Las víctimas fatales se registraron en Centenario y Cipolletti. Cayeron varias viviendas –algunas destruidas por árboles–, carteles y volaron techos. También hubo cortes en el servicio de luz y agua.
Las causas en la mirada de un experto
El aire que integra nuestra atmósfera tiene peso. Y ese peso lo podemos medir: es la presión atmosférica. O sea, la presión que hace el aire sobre la superficie. El barómetro es el instrumento que nos permite medir la presión.
Sabemos que el aire tiende a moverse desde zonas de altas presiones a otras de menor presión. Pero el proceso no es tan simple porque nuestro planeta es un sistema que no tiene una superficie regular y ademas rota.
Los meteorólogos podemos medir la presión en superficie, y trazar mapas con esa información. En esos mapas unimos puntos con igual valor de presión atmosférica generando líneas que llamamos isobaras. Y la velocidad del viento está asociada a cuan cercanas estén esas isobaras. Y cuanto más cercanas estén, pues tendremos mayores intensidades.
Y eso es lo que ocurrió ayer en el norte de la Patagonia. A medida que un frente frío avanzaba desde el océano Pacífico, las condiciones para que el viento se intensifique se fueron generando.
A eso se le sumó el efecto de la cordillera: el aire húmedo fue obligado a ascender desde el océano Pacífico, para luego secarse y descender muy seco hacia el lado argentino sumando mayor intensidad al viento. De eso se trata el efecto zonda.
Este tipo de condiciones tienden a ser más frecuentes entre finales del invierno y la primavera. Si bien asociamos a agosto con los fuertes vientos, estadísticamente es entre fines de agosto y la primera parte de diciembre cuando hay una mayor probabilidad de que ocurran.
No hay que confundir este tipo de situaciones de viento intenso, con las ráfagas asociadas a tormentas eléctricas, que son procesos de corta duración y con una dinámica totalmente diferente además de ser fenómenos localizados.
Así que más allá de la intensidad del fenómeno, está dentro de lo esperable estadísticamente para la región. Es posible, que algunas décadas atrás, con una menor urbanización, la frecuencia de viento intenso hubiera sido mayor especialmente sobre los valles.
Enzo Campetella
Web: www.enzocampetella.com.ar
Publicado en Diario "Río Negro", 23/08/2017.-
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