Martín Soria y Alberto Weretilneck son la contracara de las PASO. El triunfo y la derrota. Fueron ellos los protagonistas: uno por sobreexposición y otro por ausencia. El intendente apostó a la nacionalización. Y el gobernador, a la provincialización. Pero ambos, jugaron pensando en octubre, y especialmente en 2019.
Es cierto que falta mucho, pero la elección de ayer demostró que fue más que una gran encuesta. Expuso una situación que pocos vislumbraron. Encuestadores, dirigentes políticos, analistas y periodistas pifiaron el resultado. Si las primarias hubieran sido generales, el Frente para la Victoria se quedaba con las bancas del Congreso en juego.
¿Qué pasó? Es muy pronto para hacer un análisis profundo. Faltan desmenuzar datos. Pero sí se puede reconstruir un camino hasta acá.
Weretilneck tuvo el síndrome CFK. Desde que ganó la gobernación en 2015 con el 52% de los votos, lejos de seguir ampliando, sumando y enriqueciendo el proyecto provincial, se encerró. Confió en que su estrella política y su (hasta hora) imbatible buena imagen eran suficientes para gobernar y reproducir poder. Tanto, que hasta hace unos días se hablaba de las chances de modificar la constitución que lo habilitara a un nuevo mandato.
Algunos ítems:
-Weretilneck armó el partido Juntos Somos Río Negro sin permitir que sus socios -como el Movimiento Popular Patagónico, el Partido de la Victoria, Unidos por Río Negro y Redes- se incorporaran, prefirió que giren satelitalmente y sean parte de alianzas electorales. La confección no fue fácil, hubieron dificultades para conseguir afiliaciones, raro para un partido en el gobierno.
-No movió el Gabinete. Desde hace un par de años, la mayoría de los rionegrinos no aprueba la gestión y desconoce a los ministros. El equipo no tiene iniciativa ni creatividad.
-Construyó un estilo personalista y, como dicen algunos dirigentes, “está en todas”. Por lo tanto, se convierte en el gran elector, para bien y para mal.
En estas horas, el análisis en el seno del gobierno es: avanzar en modificaciones o mantenerse y “morir con las botas puestas”. Hacer un cambio en el gabinete sería -para algunos- demostrar debilidad. Para otros, “es el momento” de dar el golpe de timón, aceptar el resultado y actuar en consecuencia, emitiendo un mensaje a los rionegrinos para volver a estar en carrera.
Weretilneck dijo: “Lo podemos revertir en octubre”. Mira el resultado, ve que está a un punto de Cambiemos, sabe que todavía está la posibilidad de acordar con algunos intendentes y ponerse a tiro. ¿Está a tiempo? ¿Los jefes comunales que hasta ayer eran permeables al chichoneo con el gobierno, no se van a cobijar definitivamente en el macrismo? No se sabe.
De abajo
Por el contrario, Martín Soria viene de abajo. Se desprendió de la derrota de Miguel Pichetto en 2015, ganó la interna del PJ y se quedó con la conducción justicialista, e impuso a su hermana como candidata. Los pronósticos no eran buenos: un bloque que votó dividido en temas cruciales, favoreciendo al oficialismo y en contra de los deseos del intendente de Roca; jefes comunales y dirigentes barriales con quejas a su estilo de conducción; una personalidad errática; declaraciones públicas del alto contenido despectivo y descalificador de sus oponentes y “encerrado” en su ciudad.
Ese cóctel explosivo tuvo un antídoto: le dijeron que se “guarde” y que deje que la campaña la hiciera María Emilia. De esa manera evitaba la confrontación directa con Weretilneck y esquivaba la provincialización, permitiendo que filtre también en Río Negro la grieta nacional entre kirchnerismo y macrismo. En ese sentido hizo algún aporte: instaló la frase “Weretelnick es Macri” sabiendo que el Presidente cuenta por estos lares con un rechazo del 70%.
Esa estrategia fue posible a partir de la formalización de la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner en provincia de Buenos Aires. El macrismo no ayudó. Las políticas económicas afectaron a Río Negro y Juntos llegó tarde con el operativo “despegue”.
Y evidentemente, el anuncio de la instalación de una central nuclear en las costas rionegrinas, terminó de complicar las chances de Juntos. Prueba de ello es que María Emilia Soria ganó en Viedma, un resultado inesperado. Con el triunfo en Cipolletti, fueron los batacazos de la elección.
¿Nacionalización o provincialización?
Hoy está discutido. Juntos asegura que el efecto de la nacionalización complicó sus chances porque no pudieron sortear la grieta y se votó entre Macri y Cristina. Si se ve el resultado de la PASO, podría aseverarse que sí, porque el FPV y Cambiemos salieron primero y segundo.
Pero… no hay algo de provincialización? En Roca evalúan que si la elección se hubiera nacionalizado Cambiemos hubiera ganado, como ocurrió en otros territorios, incluso algunos impensados y con candidatos desconocidos. Por el contrario, creen que detrás de los candidatos (Fabián Gatti y María Emilia Soria) subyace la pelea de fondo entre Alberto y Martín. Por lo tanto, “la gente votó al peronismo” dicen.
En esa línea, en el comando político sorista, ven que comenzó un camino irrefrenable hacia 2019.
Cambiemos
Algunos dirigentes piensan que sumar votos en octubre. Y deslizan que el gobierno nacional volverá a la carga con la idea de sellar un acuerdo (después de las elecciones generales) con Weretilneck. En Laprida y Belgrano niegan esa posibilidad. “No lo hicimos antes, no lo haremos ahora. Seguimos apostando al proyecto provincial”.
Pero todavía falta mucho. Por lo pronto, ayer había alegría en el macrismo rionegrino. Y para no salirse del libreto, se miraban con desconfianza los muchachos del PRO con los de la UCR. Esa alianza aún tiene fresco el sellado pero la buena elección de ayer disimula los resquemores.
Cambiemos trata de sacar provecho de estos 19 por ciento. Para octubre hay que sumar mucho y revertir Viedma y Cipolletti, donde gobierna y sin embargo fue derrotado en las urnas.
Publicado en ADN Río Negro, 14/08/2017.
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