lunes, 25 de mayo de 2015

25 DE MAYO DE 1810.

La Revolución argentina no es una jamona sin hogar venida a nuestras playas desde las orillas del Sena, despechugada y ronca, embardunadas las mejillas con la hez del vino de los bistrots parisienses, empuñando con la mano izquierda el Contrato Social, y empujando con la derecha el carretón de la guillotina.
Nuestra Revolución es una hermosa y valiente muchacha, hija legitima de familia hidalga, nacida aquí mismo, en las orillas del Plata, y que apareció por primera vez en las calles de Buenos Aires, con los cabellos adornados de diamelas criollas, empujando un cañón para tirar sobre los herejes invasores; y más tarde, en la plaza de la Victoria, blandiendo la espada que le entrega Saavedra, de dulce y pulido acero toledano, arma que en su mano parecía una joya…” (…)

(…) "Nuestra revolución fue militar, desde el primer minuto.
El pueblo de Mayo tuvo una intervención tan desanimada en los sucesos de aquellos días, que se puede afirmar que sólo actuó a ratos, como espectador y no como actor. 
Quiso saber de qué se trata, conforme a la celebérrima frase "el pueblo quiere saber de qué se trata"; pero cuando se lo dijeron o no lo comprendió o quedó satisfecho y se marchó de la plaza”.

FUENTE: Hugo Wast. Año X.

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