miércoles, 26 de diciembre de 2012

Slow food y don Alfredo.

 
Graciela Pirri es una productora de ahumados del Valle Medio. Increíbles ahumados. Su familia fundó y mantuvo una tradicional carnicería de Luis Beltrán a lo largo de la historia del pueblo. Graciela la rediseñó y la transformó en una planta de procesamiento de ahumados, con todas las exigencias minuciosas que la legislación exige. Sin embargo sigue peleando para lograr que los gobiernos de turno apliquen leyes de producción menos hostiles y más inclusivas para quienes trabajan sobre este tipo de productos. A ella siendo una pequeña productora se le exigen muchas de las mismas cosas que a los grandes frigoríficos en materia de impuestos. (no es necesario hacer la comparativa y deducir a quien le cuesta más ¿no?)
Graciela pertenece a un movimiento mundial llamado slow food, una filosofía opuesta al fast food que reivindica la utilización de los elementos y productos de un lugar que luego sirven para producir y cocinar. Un homenaje a la tierra y al sentido de pertenencia, pero sobre todo una manera de no degradar la biología, los ecosistemas y la naturaleza. Una filosofía de vida que tiene miles de adeptos en todo el mundo, y Beltrán no está ajena a eso. Don Alfredo es otro de los iconos de esta ciudad rionegrina. Una fábrica familiar de envasados que arrancó en 1986 con duraznos y ciruelas y en la actualidad cuentan con 23 productos absolutamente reconocidos. Los mecanismos de esta fábrica familiar los maneja a la perfección Adita López de Rapari, que es la llave para entender toda esta historia que comenzó con el casamiento de cuatro parejas un mismo día de principios de siglo XX en Beltrán. Los varones de esas cuatro parejas eran hermanos y de las cuatro mujeres, dos eran hermanas entre sí. ¿Ciencia ficción? ¿Realidad? ¿Un Macondo argentino tal vez?
El primer hijo de esa catarata de parejas fue Alfredo Rapari, luego vendrían otros. Alfredo, esposo de Ada e inventor de esta fábrica, falleció hace varios años. Visionario, trabajador, dueño de La Gentilina, una de las bodegas de principios de siglo XX que dio Río Negro en esos campos verdes y profundos. Don Alfredo siempre puteaba contra los inspectores que enviaban del INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura), que obviamente digitaba Mendoza y que clausuraban muchos establecimientos donde se producía vino, con justificaciones ridículas. Parte de ese ejército de impedidores lastimaron la historia del vino en Río Negro. Hoy trabajan en Don Alfredo tres generaciones de la misma familia. Ada es dueña de múltiples secretos. Sus berenjenas son únicas y su fortaleza tremenda.
El legado es una historia de absoluta construcción y sus hijos y nietos lo saben. Épocas de granja y balsa para cruzar el río, el Valle Medio explotaba de novedades. Hoy resurge de a poco con historias de vida y trabajo. Sobre una tierra que fue un paraíso y que cotidianamente pelea para resurgir.

PUBLICADO EN EL DIARIO "Río Negro", 26 de diciembre de 2012.

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