sábado, 28 de abril de 2018

Un festejo que crece desde el pie, en honor al vino.En una chacra de Huergo se vivió la séptima edición para recordar cómo se hacía el vino patero. Hubo que cosechar y desgranar y se cerró con gran almuerzo.

Llegaron temprano desde diferentes lugares de la zona con la misma motivación: disfrutar de un domingo en la chacra para participar de la elaboración del vino patero.
Para muchos fue una forma de revivir lo que vieron hacer a sus padres, tíos o abuelos. Y compartir la experiencia con otros en un gran asado al estilo familiar, regado con tintos y blancos artesanales de una bodega familiar.
Fue la séptima vez que los Moschini hacen la fiesta del Vino Patero en su chacra de Huergo. Tienen una bodega chica y son productores de vino en la categoría artesanal –con capacidad para 12.000 litros– desde hace 18 años.
Tras recibir un crédito y el apoyo técnico del INTA, implantaron 6 hectáreas con nuevas vides y se lanzaron a la aventura del vino. 
Unas 70 personas fueron parte de la fiesta en la chacra. Con distintas edades, profesiones y lugares, todos terminaron brindando, con la promesa de volver a encontrarse el año próximo.
Antes, a media mañana, y luego del grito convocante de Ángel Moschini, todos subieron al acoplado. Hora de trabajar. Previa entrega de canastos y tijeras, arrancó el tractor. Fue un paseo tranquilo hasta llegar a los viñedos. Allí tocó la cosecha en un cuadro de uvas malbec. Luego vuelta a la bodega para desgranar los racimos. Y por último, la fresca sensación de sentir cómo las uvas se hacen agua bajo los pies.
Toda una ceremonia de homenaje a una modalidad del vino que hacían los antiguos chacareros.
Ángel Moschini, el bodeguero, lo explicó así: “mi padre me contaba que el abuelo los hacía pisar las uvas dentro de un canasto porque no había máquinas. Después pudieron tener las más rudimentarias, que eran las moledoras manuales, que aligeraban el trabajo”.
Francisco Gutiérrez circulaba por Ruta 22 con Vilma, su pareja, cuando se enteraron de la fiesta. El hombre es mendocino, vive en Plottier y cuenta que de chico ayudó a su tío en San Rafael a hacer el vino patero. “Me emocioné al saber de esta fiesta, costó orientarme para llegar pero acá nos tienen”, dijo con una sonrisa amplia”.
Mientras degustaba una costillita, acompañada por una copa de cabernet franc, su varietal preferido, Caterina Iogna dio un significado más amplio del vino. “Hay que disfrutarlo más allá del sabor, incorporando todo lo que está a su alrededor, el esfuerzo del trabajo y el ambiente natural en que se produjo”, dijo. En breve culmina la carrera de enóloga.
Dato
2 kilos de uvas de la variedad malbec
son necesarias para la
elaboración de una botella de vino artesanal. Las grandes bodegas lo hacen con 1,2 kg.

Hacedores y festejantes
Testimonios de la familia bodeguera Moschini y de los que participaron de la fiesta.
Caterina Iogna, de Regina, estudia enología: “Participar es una sensación linda, amplia, porque aquí va todo lo que se mueve alrededor del vino. Es un disfrute que va más allá del sabor”.
Juan José Santamaría, agrónomo de Roca: “Somos de frecuentar y disfrutar de estas fiestas con mi señora, donde se muestran viejas costumbres. Estamos en nuestra salsa”.
Sandra Belladona, de Huergo: “Soy hija de productores y es la cuarta vez que vine. Siempre invito a otras personas que no participaron. Es un emprendimiento familiar que vale la pena conocer”.
Francisco Gutiérrez, mendocino: “Me crié en San Rafael y lo ayudaba a mi tío a hacer vino casero. Cuando vi la propaganda me volvieron los recuerdos y no dudé en sumarme. El año que viene me tienen aquí de vuelta”.
Daniela Valenzuela: “Me invitó una amiga de Neuquén. Me gusta el vino pero no sabía de esta fiesta y fue una experiencia muy linda. Ver todo el proceso de elaboración”.
Una familia chacarera que apostó a la innovación.
A medida que se desarrolla la fiesta, los Moschini van y vienen. No paran nunca. Se despliegan por la casa, chacra y bodega en distintas tareas.
Los roles están claros. Ángel, el “pater familia” es el creador del vino. Teresa, su esposa, la hacedora al detalle del evento. Mauro y Valeria, sus hijos, están en todo para que los asistentes se sientan como en casa.
Al despliegue de la familia se suma el personal contratado, ya que la fiesta incluyó un desayuno estilo campo, asado con postres frutales y una puesta de los actores del grupo “Teatro a la Carta”.
Clara llegó hace un mes desde Buenos Aires y cuenta que no ha parado. Cayó en plena vendimia, cuando la actividad en la chacra está a full. Ahora va y viene con las vajillas. De la bodega a la casa, que está bastante próxima para su suerte. Ella es la novia de Mauro y los dos son licenciados en Literatura, pero en estos días los libros pueden esperar. Valeria es psicóloga y también se la ve pasar con platos o descorchando botellas en las mesas.
“Llevamos 36 años como productores y 15 como vineros”, cuenta Teresa, en un momento de respiro. Dice estar orgullosa por vivir en un lugar tranquilo como Huergo y de haber podido brindarle a sus hijos educación universitaria. “Ellos están con su profesión pero también nos ayudan en la chacra en lo que pueden y saben”, explica.
Ángel está parado al borde de un cuadro que implantó con la variedad malbec, la más dócil de llevar, a su criterio. Explica a los asistentes cómo deben hacer la poda de los racimos que llevarán a sus canastos. Como productor, aprendió a ser flexible para adaptarse a las nuevas técnicas y a los cambios del mercado. Dice que llevar hoy una chacra “es como manejar un auto Fórmula 1. Donde te salís de pista no volvés más, te matan los altos costos”.
“La idea no fue hacer vino. Vendíamos a las bodegas, hasta que dejaron de comprarnos. Y eso nos empujó a elaborarlo”. Teresa Precoma, al explicar cómo surgió la bodega Kilómetro 1120.
Mauro Moschini: “Si bien mi profesión se aleja de lo que es la producción, ya que estudié literatura, hoy estoy en la elaboración de vinos porque es una tarea noble y quiero honrar el trabajo de mis viejos en la chacra y la bodega”.

Publicado en Diario "Río Negro", 28 de abril de 2018.


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