La presencia de la plaga de la carpocapsa en las plantaciones frutales del Alto Valle se ha transformado en los últimos años en un problema que aún no tiene una solución. Sin embargo, una novedosa propuesta tecnológica que ya se encuentra en período de prueba en cuatro chacras de Villa Regina y una de Valle Azul se plantea como una solución definitiva a esta problemática.
La apuesta va más allá, porque los beneficios que se sumarían con la utilización de estos equipos, permitirían incrementar los volúmenes de producción, reducir costos en los sistemas productivos, bajar los gastos en agroquímicos y fertilizantes e incluso reducir riesgos por fenómenos climáticos como heladas y granizo.
El proyecto se plantea también como un profundo cambio en la mentalidad de los productores, que pasarían de un sistema productivo tradicional como todos conocemos, a una producción orgánica, que tendrá como consecuencia mejores ingresos.
El sistema denominado como “irradiadores” que realiza la emisión de ondas electromagnéticas, ya se está utilizando en otras áreas de producción agrícola del país para la recuperación de suelos afectados por la presencia residual de agroquímicos y para mejorar los rindes.
Los resultados en lo que hace a la producción de peras, manzanas y uvas en el Alto Valle, recién podrán verse en la próxima cosecha, aunque los impulsores son optimistas y estiman que en este primer año de puesta a prueba dará rindes de más de un 80 por ciento de los volúmenes cosechados en temporadas anteriores.
La tecnología que se aplica no es nueva, sino que se remonta a las primeras décadas del siglo pasado. Sin embargo, recién en los últimos diez años grupos de investigadores retomaron el camino para avanzar con un sistema de “tecnologías limpias” aplicables a todos los ámbitos de la vida humana.
En las chacras de Villa Regina y Valle Azul, los equipos se instalaron en mayo a partir de una serie de contactos que productores de esta zona mantuvieron con integrantes de la Fundación Argentina de Medicina Biológica y Homotoxicología de La Pampa, que realizó el patentamiento de los irradiadores tras diez años de investigación y prueba en áreas de producción extensiva.
Juan Guizzetti, médico, investigador e integrante de la Fundación, explicó que la tarea en la búsqueda de “tecnologías limpias” comenzó hace 15 años atrás “con dos socios que tengo en Neuquén, donde trabajamos en lo que hace al tratamiento de aguas, efluentes de petróleo y cloacas, se comenzó a utilizar una tecnología que con la inyección de ozono, se logra un tratamiento efectivo”.
“Cuando empezamos a ver los alcances, empezamos a ver que daba para muchísimo más y que era el inicio de un cambio en tareas como que hacen a la actividad humana. A partir de ahí se comenzó a trabajar y desarrollar investigaciones que nos permitieron tener 40 patentes que se utilizan para medicina, para medio ambiente y sobre todo una gran parte se comenzó a desarrollar para la producción agrícola”, sintetizó.
Remarcó que “la idea nuestra no surge como clásicamente se habla de generar una empresa y que esa empresa genere divisas. Esa la parte menos importante, es bueno generar ingresos para tener un buen pasar, pero la prioridad y el objetivo es un horizonte más lejano, un horizonte que multiplique posibilidades para todo el mundo”.
Tras especializarse en Alemania en medicina biológica, inició el camino de capacitación en el país y fuera de él de otros profesionales para iniciar el camino relacionado con una vida sana. “De golpe fue armar un rompecabezas del cual salieron los desarrollos agrícolas que hoy estamos aplicando en Villa Regina y que tienen como finalidad aplicarse en todo el país”, señaló Guizzetti.
La iniciativa está en marcha y el tiempo dirá cuánto puede ayudar a la lucha contra la carpocapsa.
Los equipos instalados funcionan de manera autónoma, no requieren ningún tipo de conexión a sistema eléctrico, y consisten en columnas de plástico de tres metros de altura que en su interior cuentan con una serie de plaquetas que aprovechan la electricidad de la atmósfera y de la tierra para generar la carga necesaria para la emisión de ondas electromagnéticas a través de una serie de antenas en su exterior y bajo tierra.
Estos equipos realizan una constante emisión de ondas electromagnéticas de muy baja potencia, con posibilidades de funcionar durante 20 años de manera continua.
Las ondas emitidas, de acuerdo a pruebas realizadas con anterioridad, provocan la repelencia del 99 por ciento de la carpocapsa, al tiempo que también sirven para mejorar la calidad del suelo. Sirven para mejorar la nutrición de las plantas, aunque también pueden combatir las malezas.
Si bien los equipos instalados en Villa Regina y Valle Azul, están limitados en cuanto a la superficie a cubrir con las emisiones, cada uno de ellos tiene la capacidad de dar cobertura a unas 500 hectáreas.
En cuanto a los costos, Guizzetti explicó que cada uno de ellos ronda los 2.000 dólares, que no son cobrados a los productores, sino que se establece un acuerdo de comodato para dar cobertura al equipo, y el cobro se realiza con un porcentaje de la sobreproducción que se plantea como posible.
“Es cuestión
de creer”
Modesto Líppolis, es uno de los productores que instaló en sus chacras de Villa Regina, en mayo de este año, los equipos irradiadores para el control de plagas y malezas.
“Por el momento no podemos hablar de resultados, porque recién está comenzando la floración. Sabemos por lo que nos han dicho de los resultados en otros lugares del país, pero acá recién los vamos a ver con la cosecha. Esto es una cuestión de creer”, remarcó el productor.
Hasta la temporada anterior, utilizó el sistema productivo tradicional, con la aplicación de pulverizaciones y emisores para el control de distintas plagas. “Esto implica un cambio profundo, porque ahora comenzamos a trabajar como una producción orgánica, y todo el mundo sabe que este sistema de producción genera mayores ingresos. En los próximos meses comenzaremos a ver los resultados, aunque ya existe mucha gente interesada en su instalación”, agregó.
Beneficios de los equipos de irradiación
Si bien la base tecnológica de los equipos se remonta a muchos años atrás, la especialización para el uso agrícola se generó en la última década, apuntando en principio a tareas para la remediación de suelos afectados por la aplicación de distintos tipos de agroquímicos.
“Los irradiadores de campo se están utilizando en otras partes del mundo, pero lo que la gente no sabe es el alcance que tienen, cómo improntar dentro del equipo las ondas electromagnéticas que uno quiere para lograr para que la planta llegue a su máximo crecimiento, que tenga vitalidad, que no la afecten los virus y parásitos, estabilizar el suelo, mineralizarlo, recuperarlo, mejorarlo y a partir de ahí generar productividad”, explicó el médico Juan Guizzetti.
Agregó que “aparentemente con estos equipos lo hemos logrado, porque los tenemos en marcha en una variedad de cultivos con resultados que son realmente óptimos. Normalmente aplicando este método en la agricultura ortodoxa, por decirlo de alguna manera, los rindes que se han registrado y certificado por la fundación en trabajos científicos, generan entre un 80 y 100 por ciento de sobreproducción con respecto a los históricos”. Hay muchas expectativas.
El titular de la Estación Experimental del INTA, Jorge Toranzo, indicó que el organismo no tiene conocimiento sobre el funcionamiento y resultados que pueden generar los irradiadores de ondas magnéticas para el control de plagas y malezas que se instaló en cuatro chacras de Regina y una de Valle Azul.
Apuntó que desde la fundación que desarrolla y pone en funcionamiento estos equipos no se acercaron al INTA para brindar detalles, ni tampoco el organismo ha realizado algún tipo de seguimiento de los equipos que se han instalado en otros puntos del país.
De esta manera señaló que no es posible por parte del organismo nacional certificar sobre los beneficios que aportarían a la producción los equipos irradiadores instalados en el Alto Valle y que se promocionan como una solución a la grave plaga de la carpocapsa.
“No hay personal especializado dentro de INTA haciendo un seguimiento a estos equipos, y tampoco nos han contactado para hacer algún tipo de ensayo. Sabemos de su existencia y técnicos de nuestro organismo han participado en algunas reuniones donde se ha presentado explicando los múltiples beneficios que aportaría. Eso va en la gente en creer o no creer. Nosotros no tenemos datos propios o ajenos sobre el tema”, apuntó Toranzo.
Remarcó que “nunca desde la fundación que los promociona han venido a la Experimental para hablar o discutir sobre este tema. Con plantearlo las cosas se saben si son blanco o negro, no es tan difícil, para eso nosotros hacemos ensayos con feromonas, con productos agroquímicos, de seguimiento de napas freáticas. Sobre estos temas hay todo un conocimiento científico, sobre lo otro no sabemos cuál será la bibliografía, quiénes son los investigadores que lo han desarrollado, cuáles son las universidades que participaron”.
Toranzo insistió que todo desarrollo “tiene que tener un respaldo científico, que permite saber que hay datos donde se han medido las cosas. Hay una metodología científica, que los científicos siguen para tratar de llegar a conclusiones válidas que no se llevan al azar o dan resultados momentáneos”.
El titular de la Estación Experimental del INTA Alto Valle sostuvo que no necesariamente la Fundación debería recalar en el INTA para la verificación de los beneficios promocionados, aunque también el organismo con vasta trayectoria en experimentación en lo que hace a la producción agrícola, podría determinar los resultados.
“El procedimiento que deberían seguir sería similar a cualquier otra empresa o persona que tiene un producto para desarrollar, con la realización de ensayos que se pueden hacer con el INTA o con alguna empresa privada que desarrolla investigaciones, o con la Universidad de Río Negro o la Del Comahue”, señaló Toranzo.
Insistió que “nosotros no desarrollamos ese tipo de tecnología, el INTA no es desarrollador; de todas maneras ellos nunca se han acercado a nosotros para explicar en base a qué están haciendo eso”.
Agregó que a partir de la instalación de los irradiadores en chacras de Regina y Valle Azul, técnicos del organismo pueden llegar a hacer una “observación”.
“No podríamos decir que porque instalaron esos equipos no hay carpocapsa en esas chacras, porque tal vez están pulverizando. Las conclusiones tienen que ser excluyentes, el testigo no tiene que tener ningún tratamiento, y tiene que tener un porcentaje de daño importante; no es lo mismo un testigo con daño importante de carpocapsa que uno que tiene un porcentaje menor. Para probar algo debemos contar con un testigo que tenga un nivel de población importante, sino el ensayo no sirve”, comentó finalmente Toranzo.
Publicado en Diario "Río Negro", 06/10/2017.
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