La temporada pasada dejó como saldo pérdidas millonarias a raíz de los incendios. Desde INTA se hace hincapié en reforzar acciones urgentes para evitar nuevos focos, y se estima que la inacción es mucho más cara que la prevención.
l fuego es un elemento natural que siempre estuvo presente en el planeta, actuando como fuerza evolutiva de gran significación. Desde el punto de vista ecológico es considerado un disturbio que ha modelado la estructura de numerosos ecosistemas permitiendo mantener su diversidad y estabilidad.
En Argentina ha sido un fenómeno común, aún antes de la misma existencia como Nación. Innumerables testimonios dan cuenta de ello y considerando las descripciones vertidas en los mismos, se infiere que en la antigüedad el sistema estaba formado por un mosaico de áreas con distintas historias de fuego; con áreas abiertas quemadas recientemente con aspecto de pastizal y áreas quemadas con anterioridad, con dominancia arbustiva. Los incendios recurrentes formaban parte del sistema, actuando como el principal factor modelador de la vegetación.
A principios de 1900 se alcanza en Río Negro el máximo de existencias ovinas por el desplazamiento de dicha actividad desde la región Pampeana y con un pastoreo más selectivo y con mayor intensidad que el bovino. Esta particularidad, sumada a las altas cargas que se utilizaron, provocaron cambios notables en el paisaje y la vegetación; se generaron manchones de suelos desnudos, sin cubierta verde, localmente llamados peladales, que presentan encostramientos superficiales impermeables al agua de lluvia. El sistema quedó configurado en “islas de vegetación,” en un mar de “peladales”.
Como consecuencia de ello se produjo un cambio en la frecuencia de incendios por carencia de cobertura de pastos, principal combustible fino para la ignición y medio de propagación del fuego. De esta manera los relatos referidos a incendios tan comunes en la segunda mitad del siglo XIX desaparecieron hasta principios de la década del 70, momento en el que ocurrieron nuevos y grandes fuegos descontrolados.
Este proceso de cambio se explica porque a partir de 1960 comenzó el reemplazo de la ganadería ovina por la bovina. El ganado bovino, a diferencia del ovino, consume más pasto que arbustos, deja un rastrojo de mayor altura y más cantidad de forraje remanente. Con el incremento de las lluvias, se aumentan las pasturas provocando menor frecuencia y selección en el pastoreo. Las condiciones para la ocurrencia de grandes incendios dieron en siete oportunidades hasta el año 2002 y recientemente en la temporada 2016/17.
Si el fuego es un componente natural de los ecosistemas al igual que la lluvia, la nieve o el viento, sería erróneo tratar de suprimirlo. El desafío es transformarlo en una herramienta útil, acrecentar los conocimientos científicos sobre el rol del fenómeno en los ecosistemas y establecer una política de manejo sustentada en esas particularidades, previniendo y minimizando sus efectos negativos o daños.
Los incendios, sin dominio del hombre, son un peligro a controlar y a evitar, debido a los daños materiales y pérdidas económicas que ocasiona. Utilizados en forma correcta permiten contener el crecimiento de arbustos en el área accesible para los animales y la liberación de nutrientes, que en forma de cenizas ricas en minerales, son depositados por el viento en parches de suelo desnudo y encostrado. Esto genera un microambiente propicio para la instalación de especies vegetales forrajeras valiosas.
De esta manera el fuego produce una liberación de recursos como agua, luz y nutrientes, que son “readjudicados” a otros grupos vegetales del ecosistema, como hierbas y pastos. Estos aspectos positivos son el sustento para lo que se conoce como fuego o quema prescripta.
Las consideraciones precedentes nos acercan al concepto de “fuego ideal”, aquel que permite aprovechar sus efectos positivos y reducir al mínimo los negativos. Se trata de poner el foco en las tareas de prevención para evitar quema de alambrados, instalaciones y ganado, y de mantener limpias de material combustible las picadas cortafuego, alambrados e instalaciones.
Es en estos momentos donde debemos ponderar el costo de las tareas de mantenimiento y compararlo con el costo de reposición de las eventuales pérdidas que pueda ocasionar el incendio; un ejemplo hipotético servirá para estas comparaciones. Considerando un campo tipo de 2500 has. de monte dividido en cuatro potreros en forma de cruz, se cuenta con unos 20 km de alambrados propios a mantener y la construcción de unos 40 Km de picadas perimetrales e internas. El mantenimiento y limpieza de picadas, por una legua cuadrada, tiene un costo que va de los 18 mil a los 100 mil pesos.
En contraste, solamente en alambrados y disminución temporal de la capacidad de carga y fletes, sin contar las pérdida de hacienda o afectación de otras instalaciones como corrales y aguadas; las erogaciones por efectos de un incendio alcanza a $ 2.650.000, lo que equivale a tres producciones brutas anuales de terneros de un rodeo de 180 madres asumiendo un porcentaje de destete del 60 % que es el promedio de la región del noreste rionegrino. Por otra parte, la cifra de potenciales pérdidas equivale aproximadamente al 25 % del valor total del campo asumiendo un valor promedio de 250 u$s/ha. Cada vez que se quema el campo la reposición de las pérdidas es equivalente a comprar la cuarta parte del predio.
Estas cifras son estimativas, aunque están ajustadas a valores corrientes de la región y no muy alejadas de la realidad. Si partimos de una situación inicial sin ninguna picada, conviene planificar su construcción en dos o tres años de manera gradual, empezando por las zonas críticas.
Los costos de apertura, mantenimiento y limpieza de los alambrados, pueden resultar altos, pero debe considerarse que esto se realiza por una única vez y luego tiene un mínimo costo de mantenimiento.
Luego de la limpieza de los alambrados, el mantenimiento permanente significará observar el buen estado las picadas con diferentes alternativas de control mecánico de los renovables y arbustos (motoniveladora y/o tractor y rastra o arado), más el costo del herbicida que se aplica con mochila o pulverizadora.
El costo de un contrafuego mínimo con motoniveladora o rastra en $/km/año no alcanza al 1 % de las eventuales pérdidas que puede ocasionar un incendio. Dicho de otra forma, por cada peso que dejamos de invertir en prevención, se deberán disponer en forma posterior disponer $130 para reparar los daños y pérdidas.
Publicado en Diario "Río Negro" en el Suplemento "Pulso", 12/11/2017.
l fuego es un elemento natural que siempre estuvo presente en el planeta, actuando como fuerza evolutiva de gran significación. Desde el punto de vista ecológico es considerado un disturbio que ha modelado la estructura de numerosos ecosistemas permitiendo mantener su diversidad y estabilidad.
En Argentina ha sido un fenómeno común, aún antes de la misma existencia como Nación. Innumerables testimonios dan cuenta de ello y considerando las descripciones vertidas en los mismos, se infiere que en la antigüedad el sistema estaba formado por un mosaico de áreas con distintas historias de fuego; con áreas abiertas quemadas recientemente con aspecto de pastizal y áreas quemadas con anterioridad, con dominancia arbustiva. Los incendios recurrentes formaban parte del sistema, actuando como el principal factor modelador de la vegetación.
A principios de 1900 se alcanza en Río Negro el máximo de existencias ovinas por el desplazamiento de dicha actividad desde la región Pampeana y con un pastoreo más selectivo y con mayor intensidad que el bovino. Esta particularidad, sumada a las altas cargas que se utilizaron, provocaron cambios notables en el paisaje y la vegetación; se generaron manchones de suelos desnudos, sin cubierta verde, localmente llamados peladales, que presentan encostramientos superficiales impermeables al agua de lluvia. El sistema quedó configurado en “islas de vegetación,” en un mar de “peladales”.
Como consecuencia de ello se produjo un cambio en la frecuencia de incendios por carencia de cobertura de pastos, principal combustible fino para la ignición y medio de propagación del fuego. De esta manera los relatos referidos a incendios tan comunes en la segunda mitad del siglo XIX desaparecieron hasta principios de la década del 70, momento en el que ocurrieron nuevos y grandes fuegos descontrolados.
Este proceso de cambio se explica porque a partir de 1960 comenzó el reemplazo de la ganadería ovina por la bovina. El ganado bovino, a diferencia del ovino, consume más pasto que arbustos, deja un rastrojo de mayor altura y más cantidad de forraje remanente. Con el incremento de las lluvias, se aumentan las pasturas provocando menor frecuencia y selección en el pastoreo. Las condiciones para la ocurrencia de grandes incendios dieron en siete oportunidades hasta el año 2002 y recientemente en la temporada 2016/17.
Si el fuego es un componente natural de los ecosistemas al igual que la lluvia, la nieve o el viento, sería erróneo tratar de suprimirlo. El desafío es transformarlo en una herramienta útil, acrecentar los conocimientos científicos sobre el rol del fenómeno en los ecosistemas y establecer una política de manejo sustentada en esas particularidades, previniendo y minimizando sus efectos negativos o daños.
Los incendios, sin dominio del hombre, son un peligro a controlar y a evitar, debido a los daños materiales y pérdidas económicas que ocasiona. Utilizados en forma correcta permiten contener el crecimiento de arbustos en el área accesible para los animales y la liberación de nutrientes, que en forma de cenizas ricas en minerales, son depositados por el viento en parches de suelo desnudo y encostrado. Esto genera un microambiente propicio para la instalación de especies vegetales forrajeras valiosas.
De esta manera el fuego produce una liberación de recursos como agua, luz y nutrientes, que son “readjudicados” a otros grupos vegetales del ecosistema, como hierbas y pastos. Estos aspectos positivos son el sustento para lo que se conoce como fuego o quema prescripta.
Las consideraciones precedentes nos acercan al concepto de “fuego ideal”, aquel que permite aprovechar sus efectos positivos y reducir al mínimo los negativos. Se trata de poner el foco en las tareas de prevención para evitar quema de alambrados, instalaciones y ganado, y de mantener limpias de material combustible las picadas cortafuego, alambrados e instalaciones.
Es en estos momentos donde debemos ponderar el costo de las tareas de mantenimiento y compararlo con el costo de reposición de las eventuales pérdidas que pueda ocasionar el incendio; un ejemplo hipotético servirá para estas comparaciones. Considerando un campo tipo de 2500 has. de monte dividido en cuatro potreros en forma de cruz, se cuenta con unos 20 km de alambrados propios a mantener y la construcción de unos 40 Km de picadas perimetrales e internas. El mantenimiento y limpieza de picadas, por una legua cuadrada, tiene un costo que va de los 18 mil a los 100 mil pesos.
En contraste, solamente en alambrados y disminución temporal de la capacidad de carga y fletes, sin contar las pérdida de hacienda o afectación de otras instalaciones como corrales y aguadas; las erogaciones por efectos de un incendio alcanza a $ 2.650.000, lo que equivale a tres producciones brutas anuales de terneros de un rodeo de 180 madres asumiendo un porcentaje de destete del 60 % que es el promedio de la región del noreste rionegrino. Por otra parte, la cifra de potenciales pérdidas equivale aproximadamente al 25 % del valor total del campo asumiendo un valor promedio de 250 u$s/ha. Cada vez que se quema el campo la reposición de las pérdidas es equivalente a comprar la cuarta parte del predio.
Estas cifras son estimativas, aunque están ajustadas a valores corrientes de la región y no muy alejadas de la realidad. Si partimos de una situación inicial sin ninguna picada, conviene planificar su construcción en dos o tres años de manera gradual, empezando por las zonas críticas.
Los costos de apertura, mantenimiento y limpieza de los alambrados, pueden resultar altos, pero debe considerarse que esto se realiza por una única vez y luego tiene un mínimo costo de mantenimiento.
Luego de la limpieza de los alambrados, el mantenimiento permanente significará observar el buen estado las picadas con diferentes alternativas de control mecánico de los renovables y arbustos (motoniveladora y/o tractor y rastra o arado), más el costo del herbicida que se aplica con mochila o pulverizadora.
El costo de un contrafuego mínimo con motoniveladora o rastra en $/km/año no alcanza al 1 % de las eventuales pérdidas que puede ocasionar un incendio. Dicho de otra forma, por cada peso que dejamos de invertir en prevención, se deberán disponer en forma posterior disponer $130 para reparar los daños y pérdidas.
Publicado en Diario "Río Negro" en el Suplemento "Pulso", 12/11/2017.
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