Crisis de mano de obra en la fruticultura post-pandemia.
La fruticultura de pepita en la Norpatagonia, se desarrolla en 38.456 Ha con algo menos de 1.800 productores y ocupa más de 50.000 trabajadores, de los cuales, un 15-20% son estacionales y provienen mayormente de otras provincias.
La falta de mano de obra para determinadas tareas del campo, se ve agravada en esta situación de coyuntura por la crisis sanitaria del COVID-19. La pandemia ha evidenciado el papel crucial de los trabajadores temporeros. Ante estas circunstancias, se deberán gestionar soluciones alternativas que puedan reemplazar dicha mano de obra, ya sea con incentivos a trabajadores locales o bien, promoviendo tecnologías para su reemplazo.
Estos eventos disruptivos, no hacen más que acelerar tendencias que se vienen observando desde hace varios años, y que precipitan la oportunidad para incorporar ayudas mecánicas y otras herramientas de modernización de la producción. Ante esta situación, es necesario dar una rápida respuesta, orientando líneas de financiamiento adecuadas y capacitando al personal.
El aumento de la productividad y la creciente necesidad de disminución de costos, es común a toda la fruticultura mundial. La mayor eficiencia, estandarización y calidad del producto lograda con las ayudas mecánicas, es consecuencia directa de las mejores condiciones de trabajo de los operarios y su organización para realizar las tareas.
Tanto en la poda como en la cosecha con plataformas, los operarios pueden presentar incrementos promedio del 30% con respecto al trabajo con escaleras. No obstante, la mejora puede ser nula en montes frutales no adaptados a las plataformas o cuando hay deficiencias en la organización del trabajo.
Las plataformas proporcionan a los obreros mayor comodidad y estabilidad que las escaleras y, en consecuencia, mayor regularidad. La libertad de movimientos y la reducción de la fatiga, se traduce en una notable disminución de frutos dañados (beneficio que se maximiza en máquinas con cintas transportadoras) y de los accidentes laborales.
Las plataformas autopropulsadas, por su desplazamiento uniforme y a baja velocidad, permiten realizar un trabajo de mayor calidad y en menor tiempo. Con las plataformas de arrastre, si no se cuenta con un tractor con marchas ultra lentas, el trabajo discontinúo y las reiteradas detenciones, puede resultar en un rendimiento sensiblemente inferior al tradicional. Sin embargo, ambas plataformas pueden ser una muy buena herramienta, si se pone foco en la calidad del trabajo, la coordinación de los operarios o el trabajo de la familia. Permiten además, el empleo de mano de obra diversa, incluyendo a personas imposibilitadas de manipular una escalera e incorporar trabajadores sin distinción de género o capacidad atlética.
La mejora en la productividad de la mano de obra, sumada a la reducción de daños y homogeneidad de los frutos, permitiría una disminución del costo por kilo de fruta puesta en el empaque de $0,40 a valores de la última temporada.
La cuantificación del impacto económico de ambas actividades (poda y cosecha), expresados a valores actuales, implicaría ahorros de aproximadamente $25.250 por hectárea/año, si las comparamos con el uso de escaleras. La combinación de ayuda mecánica de la plataforma con la utilización de pre-podadoras, reducirían aún más el costo de poda en otros $11.120 por hectárea/año.
Las estimaciones de costos mencionadas se basan en montes frutales ya implantados, que se adaptan al uso de ayudas mecánicas. Teniendo en cuenta la incorporación de estas tecnologías al momento de invertir en nuevas plantaciones, las ventajas comparativas serán aún más marcadas.
La mejora en la productividad basada en la utilización de plataformas, solo es posible con una adecuación de la gestión de los recursos humanos. El rol del capataz o jefe de cuadrilla, es determinante ya que debe tener el convencimiento sobre la incorporación de esta tecnología. Debe intervenir asertivamente en la resolución de conflictos, evidenciando la necesidad de contar con herramientas para el manejo de recursos humanos.
Las plataformas, requieren una elevada inversión de capital, por lo cual solo encuentran justificación económica, con una alta utilización anual. Su empleo para poda invernal y en verde, el doblado y atado de ramas, la colocación de emisores de feromonas, la construcción de la estructura, colocación y apertura y cierre de la red antigranizo, el raleo manual, el monitoreo de plagas y la cosecha, son algunos ejemplos. Empleadas para estas tareas, pueden ser utilizadas hasta 150 horas por hectárea/año, lo que equivale al triple del uso medio de los tractores en estos sistemas.
En unidades productivas de menor superficie o con menor uso potencial, se puede incentivar el empleo compartido, tanto de las plataformas como de los equipos o cuadrillas de personal. Idealmente en estas situaciones, el empleo de mano de obra familiar, permite reducir costos y generar oportunidades de empleo intra-predial.
La mano de obra es el insumo de producción que mayor influencia tiene en los costos de producción. Sin embargo, el principal problema para el manejo de la poda, raleo y cosecha de los cultivos intensivos, es la disponibilidad en calidad y cantidad de la misma. En ocasiones, el mayor costo se da por la imposibilidad de completar las actividades productivas, situación que se advierte como altamente probable de ocurrir en los próximos meses.
Publicado en el Suplemento PULSO del Diario Río Negro, el domingo 12 de julio de 2020. Por Carlos Magdalena, Darío Fernández y Adalberto Santagni.
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