Reconversión.
Los números referidos a la evolución de la superficie cultivada muestran claramente que en Río Negro la vitivinicultura fue en la dirección opuesta a la que tomó el sector en Neuquén.
La dinámica observada en esta jurisdicción se debió a dos factores principales. El primero de ellos tiene relación con el momento en el cual se radicaron las grandes bodegas en nuevas zonas productivas desde fines de la década del 90. De ahí la explosión en el número de hectáreas plantadas con variedades de alta calidad enológica, acordes con los cambios que se estaban dando en el mercado. El segundo, en tanto, se refiere a la disponibilidad de financiamiento barato. Como es de público conocimiento, aquí jugaron un rol crucial los “créditos blandos” otorgados oportunamente por el Instituto Autárquico de Desarrollo Productivo (Iadep) de la Provincia del Neuquén. Más allá del debate sobre su transparencia, las condiciones de los préstamos y la devolución de los mismos, lo cierto es que al menos hubo una decisión política para el desarrollo productivo. En otras palabras, la contracara de lo ocurrido en la vecina provincia de Río Negro, donde prácticamente se abandonó a la actividad.
No obstante la ausencia por parte del gobierno provincial y la brusca reducción de superficie, aquellos que lograron sobrevivir a las sucesivas crisis optaron por erradicar montes de variedades con escasa aptitud enológica y reemplazarlos por otras de mejor adaptación a las condiciones de suelo y clima de nuestra región para poder obtener fruta de alta complejidad.
Mirando hacia adelante, no cabría esperar un incremento de la superficie plantada sino más bien una profundización del proceso de reconversión e incorporación de tecnología en el campo para recuperar los niveles de rendimiento. Precisamente este último aspecto representa una de las principales diferencias con las explotaciones de Neuquén, en especial con las ubicadas en San Patricio del Chañar y Añelo.
Rendimiento.
La baja productividad de los cultivos en Río Negro es una variable que denota el decaimiento general del sector, la falta de tecnología, la preeminencia de variedades no comerciales, es decir, de poco valor en el mercado; una nula o lenta adaptación a los cambios ocurridos en “el negocio del vino” en los últimos 20 años y, por último, la falta de apoyo del gobierno a través de la implementación de políticas públicas.
Según surge del Diagnóstico Territorial 2011, elaborado por el Centro de Desarrollo Vitícola Patagonia Norte, los rendimientos promedios para los productores primarios no superan los ocho quintales por hectárea. Cabe aclarar que el referido estudio no contempla el universo de los integrantes del sector sino que es un relevamiento sobre una muestra de 109 productores vitícolas y 26 bodegas de Río Negro y Neuquén, lo cual no invalida las conclusiones a las que se arriba.
El citado trabajo identifica como factores determinantes para la baja productividad “las heladas tardías, fallas y el pobre estado nutricional del viñedo”.
Algunas cuestiones que invitan a soñar con un futuro promisorio.
Las expectativas para el crecimiento de la vitivinicultura rionegrina en el mediano y largo plazo son buenas. Pueden mencionarse ciertos cambios recientes en los distintos eslabones de la cadena productiva que generan optimismo sobre el futuro de la actividad. A continuación se detallan algunos.
• La incorporación de nuevo equipamiento y maquinaria en las bodegas y en las chacras. En este punto hay que destacar la importancia del Programa de Asistencia a la Cadena de Valor Vitivinícola por medio del cual se entregan aportes no reintegrables de hasta 30.000 pesos a los productores primarios y de hasta 100.000 pesos a las bodegas. Estos recursos, que entrega Nación y provienen de las retenciones a las exportaciones de vino, son destinados a las provincias productoras de uva. En la actual coyuntura económica, en la que la rentabilidad de la industria ha disminuido significativamente y, por ende, las posibilidades de financiamiento con capital propio son escasas, esta ayuda resulta clave para el desarrollo del sector.
• Consolidación del grupo de elaboradores artesanales y caseros, quienes a partir de un fuerte compromiso con la calidad de sus productos se van afianzando y obteniendo el reconocimiento de especialistas. Según registros del INV, a noviembre del 2012 el número de integrantes de este “sector” llegaba a 66 en todo el territorio de Río Negro y Neuquén, donde además se observa una creciente participación de los jóvenes.
• El año pasado egresaron los primeros cuatro técnicos en enología de la Universidad Nacional de Río Negro. La carrera es coordinada por el Ing. Juan Alejandro Gresia y dictada en la localidad de Villa Regina. De esta manera se logra poner a disposición del sector recursos humanos capacitados que contribuyen al mejoramiento del proceso productivo.
• Las distintas tareas desarrolladas por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y la Corporación Vitivinícola Argentina –a través del Centro de Desarrollo Vitícola Patagonia Norte–, que van desde ensayos con variedades no tradicionales para la zona y capacitaciones hasta relevamientos del sector. Éstos aportan valiosa información actualizada que facilita, por un lado, la toma de decisiones por parte de los agentes privados y, por el otro, el diseño de políticas públicas que, como ya se mencionó en la nota central, constituye la gran asignatura pendiente de los funcionarios rionegrinos.
Fuente de información: Fragmento del informe publicado en el Suplemento "El Rural" del Diario "Río Negro" (edición Nro. 23.148), 19 de enero de 2013.
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