De Villa Regina a Núremberg: el argentino que conquistó Alemania con alfajores patagónicos.
Juan Pablo Melchiori llevó la tradición a Europa,
conquistando nuevos paladares. Con perseverancia, logró convertir un dulce de
su tierra natal en un negocio que sigue creciendo.
Juan Pablo Melchiori nació en Villa Regina, Río Negro, y se
instaló en Alemania seis años atrás con una valija llena de sueños. Fue en esas
tierras que lo que empezó como una forma de matar el antojo terminó
convirtiéndose en un emprendimiento exitoso: hoy, su marca “Patagonien” lleva
alfajores artesanales a toda Alemania, Italia y hasta a la Argentina. Y él
mismo los elabora en la ciudad de Núremberg.
La historia comienza durante la pandemia, cuando muchos
argentinos en el exterior, como Juan Pablo, se encontraron sumidos en la rutina
de la vida a distancia, buscando una forma de conectar con sus raíces. “Siempre
me gustaron los alfajores. En Argentina, son parte de nuestra cultura,
Tras mudarse a Núremberg por motivos familiares, el sabor
agridulce de la distancia lo hizo querer recrear una parte de su hogar. Sin
embargo, pronto se dio cuenta de que los alfajores que encontraba en los
supermercados alemanes no se parecían en nada a los de Argentina. Era necesario
algo más auténtico.
Al principio, la producción de alfajores de Juan Pablo no
era más que una receta casera que preparaba para sí mismo y para su entorno.
“Empecé a hacerlos para mí, para sentir que estaba un poco más cerca de casa”,
señala. Pero lo que comenzó como una necesidad personal, pronto se convirtió en
una idea de negocio que se fue gestando a medida que la demanda fue creciendo.
“Mis amigos me pedían, mis compañeros de trabajo me pedían… y en un punto
empecé a pensar que podía ser algo más”, cuenta.
El desafío del emprendimiento en Alemania.
Juan Pablo sabía que para llevar su idea a un nivel
profesional debía afrontar varios desafíos, sobre todo los trámites
burocráticos en Alemania, un país con normativas muy estrictas en cuanto a la
producción alimentaria.
“Aquí no podés hacer panadería o pastelería sin tener un
título o una certificación. Fue entonces cuando decidí tomar un curso para
obtener mi licencia como panadero”, recuerda. Sin embargo, esta no fue una
tarea sencilla. “Fue un proceso largo, no solo porque el idioma fue un
obstáculo al principio, sino porque también tenía que demostrar que sabía hacer
alfajores de calidad”, advierte.
El curso no solo consistió en aprender técnicas de
panadería, sino también en dominar las normativas de higiene y producción de
alimentos que rigen en Europa. “Tuve que convencer a los inspectores de que
podía producir alfajores de alta calidad, algo que nunca habían visto antes en
Alemania”, comenta.
Después de varios meses de pruebas, exámenes y ajustes en la
receta, logró la certificación necesaria para comenzar a producir alfajores de
manera legal.
El secreto de sus alfajores.
Los alfajores “Patagonien” no solo destacan por su sabor,
sino por su autenticidad. Si bien el mercado alemán no estaba acostumbrado a
los dulces argentinos, Juan Pablo pronto se dio cuenta de que los gustos eran
diferentes.
“Al principio, los
alfajores que hacía eran grandes y muy dulces, pero en Alemania no están tan
acostumbrados a los dulces tan empalagosos. Tuve que ajustarlos un poco: ahora
son más pequeños y menos dulces, pero manteniendo ese toque que caracteriza al
alfajor argentino”,
Además de la reducción de azúcar y el ajuste al tamaño, uno
de los mayores desafíos fue conseguir los ingredientes adecuados. El dulce de
leche, por ejemplo, no era fácil de encontrar en Europa.
“Al principio, tenía que importar el dulce de leche desde
Argentina, lo cual era complicado y costoso. Hoy en día, gracias a contactos y
a la calidad de los productos de importación de España, logré asegurar una
excelente calidad para todos los ingredientes, lo que hace que los alfajores se
mantengan fieles a su origen”, completa.
El crecimiento del negocio: de su casa a la fábrica.
El negocio creció rápidamente gracias al boca a boca. “Al
principio, lo hacía todo en casa, en mi departamento. Después, cuando me mudé
con mi novia, los alfajores ya no cabían en la cocina”, señala, entre risas.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que necesitaba un espacio adecuado para
poder producir más y con mayor eficiencia. “Alquilé una panadería por las
tardes, aprovechando que los panaderos solo usaban el local por la mañana. Así,
pude comenzar a producir de manera más organizada”, cuenta.
Aunque la producción en un espacio compartido trajo algunas
dificultades logísticas, también fue un paso esencial para el crecimiento del
negocio.
“Cada día aprendía algo nuevo, ya fuera sobre el proceso de fabricación o sobre cómo manejar la parte administrativa. La clave fue no rendirme”, asegura. En ese momento, también vio la oportunidad de abrir su propia tienda y comenzó a trabajar en un proyecto para su primer local, que abrirá próximamente en Núremberg.
“El sueño es que la gente pueda venir a disfrutar los
alfajores con un buen café, mientras se siente como si estuviera en una pequeña
parte de la Patagonia”, se esperanza.
El alfajor cruza fronteras.
Lo que comenzó como un pequeño emprendimiento local en
Núremberg, hoy ha cruzado fronteras. Los alfajores no solo se venden en
Alemania, sino que también llegan a Italia, donde los argentinos residentes han
descubierto este manjar de la Patagonia.
“Lo sorprendente es
que los mismos argentinos que viven aquí en Europa, me dicen que ya no
necesitan traer alfajores de Argentina, porque los pueden comprar directamente
en mi tienda”, comenta orgulloso. De hecho, Juan Pablo ha empezado a exportar
sus alfajores a otros países y a atender pedidos en línea desde distintos
puntos del continente.
La marca también ha sabido adaptarse al mercado europeo,
ofreciendo productos de edición limitada o versiones de alfajores especiales
para festividades. La popularidad de la marca sigue creciendo, y la expansión
parece inevitable.
“Lo más gratificante es que la gente se enamora de lo que
hago. Me siento orgulloso de poder llevar un pedacito de mi país a tantas
personas”, reflexiona.
El futuro y la expansión en Europa.
Juan Pablo no se detiene en su éxito. Con planes de abrir su
primera tienda en Núremberg, el emprendedor patagónico está decidido a seguir
expandiendo su negocio. “Mi sueño es que Patagonian no solo sea conocida en
Alemania, sino en toda Europa”, afirma. Además, tiene en mente crear una red de
distribución para que sus productos lleguen a otros países del continente y,
eventualmente, a los Estados Unidos.
A pesar de la distancia que lo separa de su tierra natal,
Juan Pablo siente que está cumpliendo un propósito: compartir con el mundo un
pedazo de la Patagonia a través de sus alfajores.
“Cada vez que alguien me dice que mis alfajores les
recuerdan a su infancia en Argentina, o que los disfrutan como un pedacito de
su país, siento que lo que estoy haciendo tiene un sentido mucho más grande”,
concluye.
Con el sello de la Patagonia en el corazón y el alma del
alfajor bien argentina, Juan Pablo no sólo encontró su lugar en el mundo, sino
que logró que su historia cruce fronteras y despierte el interés de medios internacionales.
Hoy su emprendimiento ofrece variedades que conquistan
paladares europeos: el clásico estilo Mar del Plata, el irresistible de nuez
con chocolate blanco, versiones veganas con dulce de batata o membrillo casero,
y hasta conitos artesanales que abastecen a heladerías y eventos. Gracias a una
alianza con productores españoles, el dulce de leche —ese ingrediente tan
esencial como entrañable— llega en cantidades industriales para asegurar que,
aún lejos de casa, cada bocado siga teniendo sabor a Argentina.
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