sábado, 22 de septiembre de 2012

Por falta de rentabilidad, se dejan de alquilar chacras.

Se incrementarían la cantidad de fruta de menor calidad y los problemas de sanidad.
Uno de los fenómenos generados por la pérdida de competitividad que está afectando a la fruticultura regional es la virtual desaparición de una estrategia productiva ampliamente utilizada por las multinacionales y medianas empresas del sector: el alquiler de chacras.
Asumir el control directo de explotaciones de terceros les permitía a estas empresas, entre otras cosas, disponer de un volumen de fruta con cierto grado de homogeneidad y nivel de calidad, pudiendo así trabajar con mayores garantías a la hora de decidir los destinos de su fruta.
La divergencia –a partir del 2008– entre la trayectoria de los precios, principalmente del mercado externo, y los crecientes costos internos han determinado que en la actual temporada 2012 el alquiler de chacras ya no sea una opción atractiva por el elevado costo de producción.
Abandonar esta metodología de trabajo no sólo responde a una redefinición de la estrategia comercial que implica una reducción del tamaño, sino que suele ser uno de los primeros pasos en el camino de salida de un negocio en el que todavía no parece vislumbrarse un cambio en la tendencia negativa.


Ricardo Epifanio, titular de "Inmobiliaria Rural", entiende que las grandes empresas se están achicando y se desprenden de activos a valores bajos para eliminar el "sobredimensionamiento". Aunque, aclara, mantienen el núcleo duro de su producción.
Varios son los motivos por los cuales los dueños de las chacras hallan en esta modalidad una "manera de tener una preocupación menos y evitar complicaciones": no cuentan con el conocimiento y el capital de trabajo suficientes para explotarla, su actividad económica principal no tiene vinculación con la producción primaria y asimismo no disponen del tiempo suficiente o, simplemente, asumen un comportamiento meramente "rentista".
Cabe destacar que en algunos casos se trata de explotaciones heredadas.
Ante este nuevo escenario, los propietarios se encuentran en una situación en la que deben elegir entre varias opciones: continuar trabajando la chacra, venderla o simplemente dejar de realizar las labores culturales, lo cual conlleva a una degradación paulatina del cultivo.
Ahora bien, retomar el control implica no sólo poseer el know-how de la actividad, sino también disponer del capital de trabajo cuando, de hecho, éste fue uno de los motivos principales que llevaron a los productores a alquilarle a una firma.
Suponiendo un costo de producción de entre siete y ocho mil dólares por hectárea, los "nuevos productores" deberían contar entonces con más de 30.000 pesos por hectárea para concluir la temporada. También hay que tener en cuenta que la superficie no siempre es devuelta en buenas condiciones, lo que significa que deberá transcurrir más de un año para que las plantas vuelvan a niveles de plena producción.
Además se debe asumir el riesgo de pérdidas por factores meteorológicos adversos. Claro que el mismo puede ser mitigado en parte con la contratación de un seguro, aunque éste supone un costo adicional. En el caso de la asistencia de fondos públicos, son siempre insuficientes y la distribución raramente considera los tiempos del proceso productivo.
En el actual contexto de incertidumbre tanto interna como externa, falta de rentabilidad y una política desde el Estado Nacional que pareciera ignorar los reclamos de las economías regionales, la opción de vender no aparece como una propuesta viable.
Si bien los precios difieren según la zona y la proximidad a centros urbanos –que lleva implícito un valor mayor por la posibilidad de desarrollar loteos–, la realidad es que por un lado están los productores que buscan obtener un precio digno al trabajo de toda su vida y, por el otro, compradores que intentan adquirir a precios bajos, casi de remate.
El tercer escenario propuesto, donde se continúa con la explotación pero sin efectuar los trabajos adecuados en el campo, puede resultar el más perjudicial para el sector en general. Por el incremento de los costos de mano de obra e insumos, la mayoría de los productores se ha visto obligada a minimizar las tareas y aplicaciones de agroquímicos para combatir la carpocapsa y otras plagas. Todo esto redundaría en una menor oferta de fruta con mayor participación de las calidades inferiores que tendrán como destino casi seguro el mercado nacional y el sector industrial.
Publicado en suplemento "El Rural" del díario "Río Negro", sábado 22-9-2012.

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