sábado, 19 de diciembre de 2015

Adrián y W: Con el ritmo en la sangre.

Para los Maidana la música es un bien de familia. La historia de Adrián y W comenzó en el año 85 con un show para el día de la madre en el jardín de infantes de barrio Matadero. Hoy son un éxito asegurado para animar las fiestas. "Siempre le explico a mis hijos que si uno no se divierte en lo que hace no sirve", explicó Adrián a La Comuna. 
"Para la música no hay edad", así explicó Adrián Maidana uno de los aspectos que conforman su pasión. Cuando se presenta Adrián y W, sobre el escenario se pueden ver a sus hijos que integran el conjunto junto a músicos invitados. "Primero fue Maxi que de chiquito se animó a reemplazar a un baterista poco antes de un show", recordó. Después le siguieron Darío, Rodrigo, Lautaro y Milagros. Todos asumen la responsabilidad de acompañar a su padre con profesionalismo. Además, los jóvenes ya transitan con un proyecto propio, La Lokura, una versión de cumbia más moderna. 
Quien presenció un show de Adrián y W sabe que hay dos elementos que nunca faltan: El humor y los clásicos de la cumbia, una combinación ideal para divertirse y pasarla bien como sucedió el sábado 7 de noviembre durante la fiesta por el aniversario de Regina donde hicieron bailar a un anfiteatro lleno. 
Para los Maidana la música es un bien de familia. La historia comenzó en el año 85 con un pequeño Adrián dando un show para el día de la madre en el jardín de infantes de barrio Matadero. Pero viene de mucho más atrás en el tiempo cuando veía a su padre Pedro tocar la armónica y la "verdulera". Desde allí no paró. "En ese año, compramos una guitarra eléctrica y un bombo y empezamos a armar una orquesta", recordó. También lo deslumbró su vecino de enfrente que tocaba la guitarra. "Siempre lo miraba y trataba de aprender algo", señaló Maidana. "De chico laburé en un aserradero y la primer guitarra se la compré en cuotas a Mingo Vallejos que tenía un negocio en calle Italia, tenía 13 o 14 años. Más adelante cambié un Citroën por una batería acústica. Mis viejos me querían matar pero siempre me tuve confianza que iba a convencer a los otros de que lo que hacía era bueno", explicó. 
Adrián se tenía fe. Para una fiesta armó un escenario afuera de la casa mientras el resto brindaba y se puso a tocar en la calle. "Estaba con otros amigos del barrio que se sumaron y los vecinos se acercaron a escuchar y a bailar. Tocábamos temas del Cuarteto Imperial, Wawancó, el Cuarteto de Oro", dijo. Fueron los primeros pasos de un largo camino. Incluso probó suerte en Buenos Aires, donde atiende dios, en el año 1997. Allí tomó una decisión que lo marcó para toda la vida. Sentado frente a un amplio escritorio el representante de una compañía discográfica le extendió un contrato y una lapicera, Adrián escuchó las condiciones y se negó a firmar, portazo mediante se volvió a Regina. "Me había pedido que saque a mi mujer  y a mis músicos de la banda que no eran ni mas ni menos que los amigos que me acompañaron desde siempre", recordó. La familia tiró y pudo más que la posibilidad de convertirse en alguien famoso. 
El nombre original de la banda era Adrián y doble A. "Con los años perdimos el nombre en manos de un productor que nos iba a llevar a grabar. Yo no sabía que había que registrarlo. El nombre se lo dan a la banda de Alejandro Agostini, primo de Daniel, porque decían que a él le quedaba mejor", señaló. Por eso el grupo siguió adelante como Adrián y W. Allí comprendió que el negocio de la música es un tanto complicado por eso ahora registra sus temas en Sadaic para que estén a buen resguardo. 
En al actualidad el repertorio de la banda está orientado a un público familiar con cumbias, rancheras, cuartetos, pasodobles, corridos. "Si bien esto no favorece para crear un estilo propio sirve para trabajar", explicó Adrián. Hoy la familia Maidana sigue adelante con la música. "Siempre le explico a mis hijos que si uno no se divierte en lo que hace no sirve",  finalizó Adrián que remarcó que todo fue posible gracias al acompañamiento de su mujer. “Vale oro”, remarcó.

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