Con 60 años de edad promedio, y pese a la casi nula rentabilidad, dueños de menos de 30 hectáreas creen que su descendencia seguirá adelante, según un censo de INTA.
Actualmente, a nivel nacional existen 16.043 productores (según Coviar, cooperativizados y no cooperativizados, personas físicas y jurídicas también) que poseen explotaciones destinadas a la actividad vitícola cuya superficie es inferior a las 30 hectáreas. Trabajan en sus fincas y toman las decisiones sobre casi la mitad de la superficie cultivada con vid (96.784 hectáreas) de un total de 217.750 que hay en Argentina pero, para la mayoría, los ingresos que les reportan son insuficientes.
De hecho, más de 7 de cada 10 admiten que dedicarse exclusivamente al viñedo y a comercializar la uva ya no les resulta rentable y deben diversificarse para subsistir, sea con la incorporación de frutales e incluso empleándose en fincas vecinas de mayor tamaño. Aún así y pese a los avatares económico-financieros, los pequeños productores vitícolas que hoy promedian los 60 años de edad y están en esa situación confían en que algún miembro de su familia, hijos o nietos a partir de los 16, seguirán al frente cuando ellos ya no estén.
Son parte de las conclusiones de un estudio realizado durante el primer trimestre del año por los Centros de Desarrollo Vitícola (INTA- Coviar), que deja un espacio para la reflexión. En busca de actualizar la situación de los viticultores argentinos, se tomó como base un universo de 2.661 dueños de 3.345 fincas de menos de 30 hectáreas, que no están integrados aún al sistema cooperativo y tienen a la viticultura como ingreso principal, considerados los más vulnerables, o el eslabón más débil de la cadena vitivinícola.
La operatividad se impone
El 24% (641) tienen como única fuente de ingreso a la producción vitícola y el 72,5% (1.950) recurren a otras fuentes de ingreso complementarias a dicha producción. Lo que, técnicamente, se define como ingresos “extra-prediales” (de otro rubro o campo), que definen un esquema de pluri-actividad: el estudio indica que en la región vitivinícola del NOA argentino provienen de cargos en el sector público, en tanto que en Cuyo se reparte entre cultivos mixtos (sobre todo frutales) e incluso el desempeño como contratistas en otros emprendimientos.
Hay un dato que destaca el deterioro de la viticultura como único medio de vida: el 80% de los relevados (2.163) posee solo una finca. El 53% (1.425) vive allí y 6 de cada 10 fincas tienen viviendas habitadas, pero vivir “en” no es lo mismo que vivir “de” la finca.
“Se puede decir que los más de 16 mil productores representan una relativa disminución respecto de 2006, además de un cambio de paradigma en cuanto al uso del suelo. Sin embargo, la superficie cultivada se mantiene, lo que muestra una dinámica interna particular: si se abandonan explotaciones vitícolas para ir hacia urbanizaciones como ocurre en Maipú-Luján, en zonas como Tupungato surgen otras nuevas, con mayor nivel tecnológico”, señala Javier Vitale, coordinador de Centros de Desarrollo Vitícola, del INTA Regional Mendoza – San Juan. Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2013/8/4/siete-cada-viticultores-viven-vender-729819.asp
Viñedos 100%, una utopía Aunque un 85% de los viticultores censados supera los 40 años de edad y más de la mitad completó sus estudios primarios, el promedio es de 60, bastante por debajo de los 67 que se imponía en 2006. Pero siguen aferrándose a la tradición, también por una cuestión de costos: 67% de los cuarteles censados son parrales, y las rosadas (6.072 has) dominan. Como explica Vitale, “la edad se nota en una fuerte resistencia al cambio tecnológico. Y explica la fidelidad a las bodegas, más allá de que no haya un contrato firmado”.
En un contexto de crisis por la escasa rentabilidad de la venta de uva, y teniendo en cuenta que el destino principal de lo producido es la vinificación, asoman entonces otras alternativas. Como, según el coordinador de los CDV “la elaboración y comercialización de vino casero, y algunos pequeños pasos en el enoturismo. Siete años atrás había más productores que vivían de la actividad vitícola, en cambio, hoy ya no hay explotaciones vitícolas puras”.
La voz de los productores no hacen más que refrendar los datos. “Con precios del vino de traslado debajo de los de 2012 estamos más que complicados. Este mes hubo una depreciación preocupante en zonas con costos mayores y si no repuntan, en un mercado no aspiracional la situación se vuelve insostenible para el pequeño productor. Ni siquiera a los que están integrados les cierran los números”, analiza el tupungatino Emilio Giaquinta.
Fuente de información: Área del Vino.
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