Desarrollo territorial.
Villa Regina: una “perla” en Río Negro que busca encantar a los productores.
Cuatro productores cuentan el potencial productivo que tiene esta ciudad del norte patagónico, pero también las dificultades y trabas para aprovecharlo al máximo.
La ciudad rionegrina Villa Regina está ubicada en la que se considera la la franja más fértil del mundo para producir manzanas, peras y frutas de pepita.
“A los que somos del
valle y nos criamos al lado del río, se nos hace muy difícil despegarnos de
este lugar”. Quien rubrica la frase repleta de sentimientos es la ingeniera
agrónoma Laura Mihaljevic, cuarta generación de productores peras, manzanas y
carne en Villa Regina. Su padre, Markan, un inmigrante croata que llegó a Villa
Regina con su abuela (los esperaba su abuelo) cuando tenía apenas 4 años
falleció el año pasado, pero les dejó un legado de trabajo y amor por la
tierra.
Más conocida como “Perla del Valle”, como tantos otros pueblos y ciudades de la Argentina, Villa Regina, en el centro-norte de la provincia de Río Negro, se forjó con la impronta y espítiru de inmigrantes trabajadores que llegaban de Europa, corridos en algunos casos por el comunismo, en otros por la guerra. Acostumbrados a tener que hacer malavares en poca superficie, se llenaban los ojos y el alma cuando veían el vergel que había por estos lares: tierra, sol, buen suelo y agua. ¿Qué más?
Desde el punto de vista geográfico, Villa Regina se
encuentra en el Departamento de General Roca, en las “puertas de la Patagonia
argentina”.
Según Facundo Fernández, hijo y nieto de productores, nacido
y criado en el Alto Valle de Río Negro, que actualmente ocupa la Secretaría de
Fruticultura de la provincia, Villa Regina forma parte de una de las “franjas
más fértiles del mundo para producir frutas de pepita y carozo y uvas, porque
combina un clima desértico con abundancia de agua”.
Una de las cosas destacables de Villa Regina es que han
cambiado no sólo los kilos producidos por hectárea sino también hay mejoras en
la calidad.
El valle tiene otros poblados que suman un núcleo de
consumidores cercano al millón de habitantes. De oeste a este las ciudades y
pueblos son: Senillosa, Plottier, Neuquén, Cipolletti, Gral. Fernández Oro,
Allen, Gral. Roca, Cervantes, Mainque, Ingeniero Huergo, Gral. Enrique Godoy,
Villa Regina y Chichinales.
Todas sobre la ruta 22, a lo largo de 140 kilómetros y a la
vera del río Negro que ofrece 800 m3 de agua pura por segundo.
“Entre los años de la Europa de post-guerra pueblos de
producciones pujantes como estos, se convirtieron en las promesas de trabajo y
paz para cientos de familias que emigraron principalmente de Italia y España,
pero también de otros países, para vivir del cultivo de la tierra y las
bondades de la producción, de hecho, hoy hay muchas familias de tercera y
cuarta generación que mantienen la actividad”, apuntó Fernández, para quien,
“apalancado en ciudades como estas, Río Negro es el mayor exportador de peras
del hemisferio sur”.
Productor frutícola y asesor, nació en Villa Regina y se fue
a estudiar agronomía a la Universidad del Comahue para luego volver al terruño,
Alejandro Cassani tiene un legado familiar fuerte con la producción y con los
fundadores de la ciudad. “En la postguerra mi abuelo vino de Italia, de hecho,
Emilio Bignami que llegó en 1924 al Alto Valle integró la Compañía Italo
Argentina de colonización y fue uno de los primeros pobladores de la ciudad”,
contó Cassani.
“En 1977 mis padres
compraron esta chacra en la que nací y que hoy produce 70% de peras y 30% de
manzanas, y este año, para diversificar hicimos algo de maíz para grano”,
resumió Cassani, que hace unos años se asoció con otros productores para poder
empacar y comercializar la propia fruta, tanto para el mercado interno como
para exportación a Italia, Francia, Brasil y otros países de la región.
Fundada en 1924, Villa Regina está por cumplir 100 años.
“Esto era un desierto, el tren motivó el inicio del desarrollo a lo que se sumó
la construcción de la red hidráulica que permitió la canalización del agua y el
riego”, recordó Cassani.
Luego aparecieron las primeras empacadoras, las primeras
tomateras y después las cámaras frigoríficas para la conservación de la fruta.
“También fue importante el asfaltado de la Ruta 22, en la época de Arturo
Frondizi porque permitió que surgieran empaques familiares que empezaron a
comercializar su fruta en el mercado central en camiones”, agregó Cassani.
A su vez, el crecimiento de la producción frutícola
favoreció el desarrollo de la industria metalmecánica para la fruticultura.
“Hoy quedamos en la actividad mi hermano, que se encarga de
la parte ganadera que tenemos en Choele Choel con ciclo completo, y yo, que
estoy más con la fruticultura, además tengo una hermana que vive en Bahía
Blanca”, contó Mihaljevic. Y agregó: “Al ser una pyme, hacemos de todo, estamos
arriba del tractor, nos ocupamos de los empleados y hablamos con el contador”.
Las peras, las exportan casi todas a Brasil, y las manzanas, rojas y verdes,
van casi todas al mercado interno.
“Siempre supe que
este era mi lugar”, confesó a Clarín Rural Federico Filippi, otro productor,
bisnieto de inmigrantes italianos, perteneciente a las familias fundadoras de
lo que era por entonces Colonia Villa Regina, que se asentaron en la zona en
1927. “Siempre viví en la chacra y acompañé mucho a mi abuelo, que me inculcó
la pasión por la tierra y el trabajo hasta que falleció en 2014 y yo, que
estaba estudiando agronomía, me vine a tomar la posta”, relató Filippi.
Cambios productivos.
“Una de las cosas destacables de Villa Regina es que han
cambiado no sólo los kilos producidos por hectárea sino también hay mejoras en
la calidad, así como también la incorporación de algunas plantaciones de fruta
orgánica”, contó Fernández.
“En lo productivo, hoy hay mucha tecnología en la forma de
plantación, en los análisis foliares, el control de plagas, todo en pos de una
mayor producción”, relató Mihaljevic.
Para Cassani, “desde lo productivo no estamos mal, hay cosas para incorporar en mecanización y automatización, y en ese sentido el valle está en la cola del tren, nos estamos adaptando”.
Panorama del negocio.
Hoy la situación es variable, depende qué tengas. El
productor que tiene más manzanas puede que esté mejor que el de peras. “La pera
tuvo un año 2018 malo, un 2019 muy malo, el 2020 repuntó un poco y esperamos
tener un 2021 positivo, las manzanas han tenido mejor resultado los últimos
años”, contó Cassani.
“En nuestro caso vendemos directo, evitamos los
intermediarios y podemos defender mejor los precios, lo que nos pone en otra
situación respecto del productor frutícola que produce, entrega y espera meses
para cobrar”, contó Mihaljevic. Y agregó: “De todos modos, estamos muy cerquita
de los costos en las frutas, y a diferencia de la ganadería, el riesgo es
grande en fruticultura”.
Recambio generacional.
Casi todos los entrevistados coinciden en que una de las
claves de Villa Regina es que ha logrado plasmar un recambio generacional.
“Cuando me fui a estudiar en 1997, no era una buena época
para la fruticultura, la mayoría de los que como yo se iban no volvían, ahora
eso ha cambiado un poco, y parte de eso es que se piensa más en el millón de
consumidores que suman todas las ciudades del valle como clientes potenciales,
antes se pensaba sólo en Buenos Aires o el mundo, ahora también se piensa en lo
local”, dijo Cassani.
“Somos varios jóvenes
que hemos tomado la posta en la actividad, siempre proyectando cambios,
generando ideas, mejorando técnicas, comenzando con nuevos desafíos y siempre
con pasión, porque sin pasión nada es posible”, compartió Filippi.
El último censo del año 2010 contó 30.000 habitantes en
Villa Regina. Sin embargo, se estima que actualmente viven 45.000 personas. “En
Regina, por lo menos se ve un recambio generacional, que no es muy común en la
actividad frutícola, que tiene un promedio de edad de más de 60 años, a
diferencia, por ejemplo, del cultivo de soja que es inferior a los 35”,
argumentó Cassani.
Y agregó: “Eso está asociado a la escasa rentabilidad del
cultivo los últimos años que hizo escuchar cada vez más la frase ´estudiá, no
te quedes en la chacra´”.
Mihaljevic forma parte de ese recambio generacional: “Yo
tengo 34 años y hay una camada importante de mi edad que volvió, pero en otras
de las ciudades del valle se ven productores más longevos”, coincidió.
Cassani contó que en Villa Regina está la mayor cantidad de empaques en manos de familias pequeñas y medianas, “la contracara de lo que sucede al oeste del valle, donde están las empresas exportadoras grandes”.
Oferta académica.
Villa Regina cuenta con una sede de la Universidad Nacional
de Rio Negro, con sus carreras de tecnicatura, licenciatura e ingeniería
relacionadas con la industria de alimentos. “Esto ofrece oportunidades de
desarrollo a muchos estudiantes del sur de la Patagonia y provincias vecinas”,
apuntó Fernández.
También hay sede de la Universidad del Comahue donde se
puede estudiar gerenciamiento gastronómico, tecnología en alimentos, control de
higiene y nutrición.
Después está el Centro de Investigación y asistencia técnica
a las industrias de alimentos (CIATI), que es un ente de investigación y
análisis que cuenta con infraestructura de ultima generación y un nivel
profesional destacable. Otro dato importante es que desde 1998 cuenta con una
aduana que trabaja 100% con la exportación de frutas.
“Las chicas de la chacra”.
Para Fernández, casi toda la gente de la ciudad vive “de o
relacionada a” la producción, y gran parte la siente con identidad y orgullo.
“A pesar de vivir en la chacra, y como Villa Regina es una ciudad chica, donde
todos nos conocemos, no existe una mirada diferenciada hacia los que vivimos en
la zona rural, yo siento que estamos todos integrados, y como siempre les digo,
no hay como vivir en la chacra”, acotó Filippi.
Mihaljevic, sin embargo, recordó que cuando eran jóvenes y
llegaban al boliche les decían a ella y a su hermana “ahí llegaron las chicas
de la chacra”.
“Hoy seguimos siendo los distintos, pero estamos todos más
entreverados”, reflexionó.
El vínculo entre el campo (o la chacra) y la ciudad se da de
manera directa, en una actividad tan mano de obra intensiva como la
fruticultura a través del trabajo. Sin embargo, hay algunos cortocircuitos.
La mecanización y el automatismo, en muchos casos, además de
las búsquedas de eficiencia, también están asociados a reducir los costos y la
conflictividad laboral. “Con la mecanización, como han hecho nuestros
competidores, se reducen costos, pero además se esquiva el costo argentino, que
tiene que ver con la conflictividad laboral”, lamentó Cassini.
Coincide en esta dificultad Mihaljevic: “Cada vez hay menos gente para trabajar en la chacra y los sindicatos son una mafia de juicios laborales, que muchas veces termina siendo estresante para las pymes como la nuestra”. La agrónoma contó que se comprobó que trabajadores que se lesionaban el fin de semana en otras actividades después decían que se habían caído de una escalera cosechando para cobrar. “Ojo, yo estoy feliz con la gente que trabaja con nosotros, pero a medida que se vayan jubilando se que voy a tener un problema”, lamentó.
Desafíos.
Al igual que en muchas otras actividades, la inflación, la
falta de previsibilidad y créditos constituyen para la fruticultura un camino
cuesta arriba.
“La falta de incentivos para que los pequeños puedan
invertir es una de las cosas que me preocupan, si esto se diera, habría un
nuevo quiebre en la producción de la región”, apuntó Cassani.
“Para mí le faltan factores de articulación que generen
modelos asociativos en los cuales productores pequeños puedan formar parte de
esquemas de comercialización y exportación de frutas de manera directa e independiente”,
acotó Fernández.
Entre los grandes desafíos que tiene Villa Regina, Fernández
destacó “la incorporación de sistemas de energías limpias o métodos de
optimización para las cámaras frigoríficas y la industria”. Así como el
desarrollo de subproductos de la industria que hoy son desechos, para generar,
por ejemplo, insumos para fertilizantes, aromatizantes de alimentos para
mascotas, entre otras cosas.
Para Mihaljevic, además de lo laboral que mencionó
anteriormente, la falta de políticas públicas es otro de los problemas.
“Terminamos vendiendo a Brasil porque es lo más cómodo, hemos intentado buscar
clientes en otros países y te dicen que te arregles, no hay una cartera de
clientes como sí tienen los uruguayos o los chilenos”, argumentó.
“Mi papá nos contaba que cuando era chiquito, dormían entre
los chanchos para calefaccionarse, y desde esas condiciones llegó a la
Argentina, por eso, yo siento que no es cuestión de oportunidades porque cuando
él llegó al país, había gente que tenía tierras, hablaba el idioma y tenía
todas las mismas condiciones que tuvo el, y sin embargo no prosperaba, por eso,
creo que el desarrollo tiene mucho que ver con la voluntad, el sacrificio, y la
capacidad para defenderse, como en la guerra, si no, perecés”, cerró
Mihaljevic, que al igual que sus hermanos, además de español habla croata.
Publicado en Clarín Rural del Diario “Clarín”, 13/06/2021 Clarín.comRural
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