viernes, 22 de agosto de 2025

Sergio Raffín integraba la tercera generación de una familia frutícola de Villa Regina. Tuvo que reinventarse, pero volvió a apostar por la tierra rionegrina.

 


Dejaron la fruticultura en el Alto Valle por consejo médico y hoy son exitosos ganaderos en el Valle Inferior.

Sergio Raffín integraba la tercera generación de una familia frutícola de Villa Regina. Tuvo que reinventarse, pero volvió a apostar por la tierra rionegrina. Con un rodeo de cerca de 300 bovinos en Viedma, integra cría, recría y engorde, y produce casi todo el alimento. Trabaja a la par con su hijo Cristian y ahora buscan expandirse.


En Río Negro hay historias de arraigo y de adaptación. La de Sergio y Cristian Raffín es una de ellas: padre e hijo que dejaron Villa Regina, en el Alto Valle, donde la familia llevaba tres generaciones produciendo peras, manzanas y uvas, para instalarse en Viedma y dedicarse a la ganadería. Hoy manejan 97 hectáreas bajo riego en el Instituto de Desarrollo del Valle Inferior (Idevi) y analizan expandirse.

La decisión no fue sencilla: significó dejar atrás la actividad frutícola que había iniciado el bisabuelo de Cristian, pero también representó una oportunidad de seguir en el campo, con otra escala y sin los plaguicidas que exigían los frutales. Esa mudanza, hecha en familia y apostando a la tierra rionegrina, les permitió armar un sistema agrícola-ganadero que funciona y les da resultados.

De las peras y manzanas al maíz y la carne.

El cambio comenzó en 1983, cuando la familia vendió sus chacras frutícolas en Regina y se radicó en el Valle Inferior. “Nosotros éramos de Villa Regina. Mi abuelo vino de Italia, emparejó el monte y armó las chacras; después siguió mi papá y luego yo. Pero me intoxiqué con los remedios de curar, y por consejo médico decidimos buscar otra alternativa”, contó Sergio.

La decisión no fue sencilla: significó dejar atrás la actividad frutícola que había iniciado el bisabuelo de Cristian, pero también representó una oportunidad de seguir en el campo, con otra escala y sin los plaguicidas que exigían los frutales. Esa mudanza, hecha en familia y apostando a la tierra rionegrina, les permitió armar un sistema agrícola-ganadero que funciona y les da resultados.



De las peras y manzanas al maíz y la carne.

El cambio comenzó en 1983, cuando la familia vendió sus chacras frutícolas en Regina y se radicó en el Valle Inferior. “Nosotros éramos de Villa Regina. Mi abuelo vino de Italia, emparejó el monte y armó las chacras; después siguió mi papá y luego yo. Pero me intoxiqué con los remedios de curar, y por consejo médico decidimos buscar otra alternativa”, contó Sergio.

La llegada a Viedma fue guiada por familiares que ya conocían el Idevi. Empezaron produciendo alfalfa para venta, principalmente destinada a caballos de polo y al Hipódromo de La Plata. “De a poco fuimos sumando animales: primero vacas madres, después engorde de terneros. Y así armamos un ciclo que hoy incluye cría, recría y terminación”, resumió Cristian, que prácticamente se crió en la nueva chacra.

La apuesta rindió frutos: un establecimiento 100% familiar, con tres chacras contiguas bajo riego, llamado “Don Chito” en honor al abuelo de Cristian. “Siempre quisimos progresar, hacer algo más, pero sin salirnos de lo nuestro: el agro”, agregó Sergio. 

Un obligado pero exitoso cambio en Río Negro.

Los números respaldan la decisión de la familia Raffín. Con el maíz logran rindes graníferos de entre 12.500 y 14.000 kilos por hectárea, y 57.000 kilos de materia verde por hectárea para cortapicado. Con esas reservas, más pasturas de alfalfa propias y rollos también elaborados en el campo, prácticamente todo el alimento de la hacienda proviene del establecimiento.

“En la mejor época tenemos ganancias diarias de peso de 800 gramos a pasto y de 1,2 a 1,8 kilos cuando entran a corral. Los animales salen con 380 a 400 kilos, un rango que se defiende muy bien en el mercado”, explicó Cristian. Las últimas ventas fueron para frigoríficos de Chubut, eligiendo al mejor postor en cada operación.

Hoy trabajan con cerca de 300 animales entre vacas madres, recría y engorde. “Queremos incrementarlo, pero necesitamos más superficie. Estamos viendo alquilar otra chacra para asegurar el maíz y aumentar la carga animal”, detalló Cristian. 

¿Por qué les va bien en el Valle Inferior?


La clave está en cerrar el círculo productivo. “Todo lo que comen los animales lo producimos nosotros, salvo el núcleo proteico”, remarcó Sergio. Las pasturas son a base de alfalfa, que se renueva cada cinco años, con un ciclo de maíz mediante. 

El maíz se destina tanto a silaje como a grano. “En invierno el pasto no crece, por eso el silaje de maíz y los rollos son fundamentales para sostener la recría y el engorde”, añadió Cristian.

El manejo, además, tiene una particularidad: la cría se hace en área bajo riego. “Eso nos permite asegurar disponibilidad de pasto incluso en años más secos”, explicó Sergio. Los riegos son frecuentes: entre seis y siete por campaña en el maíz, y hasta nueve en el caso de la alfalfa, con aplicaciones de 120 a 150 milímetros cada vez, dependiendo de las lluvias.

Con ese esquema, y dos empleados (uno conoce el campo desde la época del abuelo), la familia logró un sistema ordenado y eficiente. “Es un orgullo poder seguir con lo que empezó mi abuelo y hoy compartirlo con mi papá. La parte más linda de la actividad es esa: trabajar en familia y ver que funciona”, concluyó Cristian. 

Foto: Juan Thomes.

Publicado en Diario Río Negro.

https://www.rionegro.com.ar/rural/dejaron-la-fruticultura-en-el-alto-valle-por-consejo-medico-y-hoy-son-exitosos-ganaderos-en-el-valle-inferior/

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