sábado, 11 de julio de 2015

Pequeños productores de uva luchan por subsistir. La demanda de las bodegas y elaboradores se mantiene en niveles muy pobres y en su mayoría ofrecen precios de compra muy bajos, similares a los de otras temporadas.

Hay muchos emprendimientos exitosos que consiguen abrirse camino pese a los avatares de la economía argentina. Bodegas de pequeña escala, con poca producción, con una marca propia, que avanzan pese a todo.
También están aquellos que ya nacieron con una espalda fuerte y que se bancan el cimbronazo que plantea la crisis en las economías regionales, porque tienen a quién acudir cuando la cuestión se pone realmente fea.
Pero la vitivinicultura regional tiene una cara oculta, la de los que siempre estuvieron al filo y que no logran hacer la diferencia ni siquiera cuando la cosecha es buena... Como está pasando este año, y como ya ocurrió en muchas temporadas anteriores.
A todos ellos les resulta difícil saber en qué momento preciso comenzó la debacle. Aunque sí tienen muy claro que siempre corren de atrás y que por una extraña (o quizás no tanto) ley de mercado siempre son los que pagan los platos rotos.
Son pequeños productores que forjaron lo que es hoy la vitivinicultura moderna, pero que por esas leyes del mercado que mencionábamos, se fueron transformando con el correr del tiempo en una rara especie que hoy está al borde de la extinción.
"Río Negro" consultó a varios de estos productores viñateros y todos coincidieron en lo complejo de la situación que atraviesan.
Sergio Villa tiene una chacra en la zona de Mainqué. El año pasado fue noticia porque perdió su cosecha de uvas por la inundación ocurrida en abril y que dejó sus hectáreas productivas bajo agua durante varios días. Hace algunos meses abrió una panadería en Roca, una actividad muy distinta y alejada de la producción.
"No levanté la cosecha de este año porque los precios no daban ni para cambiar la plata invertida", es lo primero que nos dice tras el requerimiento sobre su cuadro de situación.
"Imaginate, nos ofrecían 80 centavos por kilo de uva, cuando levantar la cosecha con todos los chiches te sale entre 80 centavos y un peso", dice Sergio. El resultado: unos 300.000 kilos de uva quedaron en las plantas, esperando que el ciclo natural se encargara de degradarlas. Es probable que la calidad de la uva que ofrecen las hectáreas que cultiva Villa no sean las más demandadas, pero en otras épocas daba para pucherear, ahora ni siquiera eso. No obstante, la situación se repite para variedades de reconocida excelencia para elaborar vinos, como veremos más adelante.
La situación de Villa puede replicarse en varios otros casos. Él mismo aporta datos y declara conocer a otro productor que "dejó 200.000 kilos sin levantar y así podría seguir engrosando la lista". En este último caso las variedades que quedaron en las plantas deberían tener alta demanda en condiciones de mercado normales ya que se trata de uvas Malbec, Pinot Noir y Merlot, muy apreciadas a nivel mundial, y en otras épocas a nivel regional. Sin embargo, la demanda no está presente, o es muy limitada, y los productores tienen muchos problemas para colocar su cosecha.
Toda esta problemática no es gratis para la región, ya que se resume en caída de puestos de trabajo –fijos y temporarios–, mermas importantes de dinero circulante y un acelerado empobrecimiento de las localidades que dependen en menor o mayor medida de este tipo de producciones. El efecto a mediano y largo plazos es la virtual parálisis de la economía regional, algo que está ocurriendo con toda crudeza en nuestra región y que ya arrastra a buena parte de la fruticultura valletana.
La realidad del productor devenido en panadero indica que, sumando esta temporada, ya es el cuarto año que no cosecha. Y para alguien que depende de esto, la situación "es un martirio". Nos cuenta Villa que el año pasado, y luego de golpear muchas puertas, los productores pudieron obtener un subsidio de 2.000 pesos por hectárea, lo que les dio un poco de oxígeno para aliviar la situación, pero finalmente no cambió la realidad de nadie porque este año el problema se repite incluso en una dosis reforzada.
La demanda no aparece
La producción de uvas para vinificar nunca estuvo exenta de las contingencias climáticas que imperan en nuestra región y en muchas oportunidades hubo que lamentar fuertes pérdidas por lluvias, granizo o heladas. Pero este año nada de eso ocurrió. Es más, los mismos productores ligados a la actividad han calificado la temporada como excelente.
A la hora del balance esta situación podría considerarse como sumamente alentadora, aunque en la práctica asoma como un nuevo dilema a resolver y con pocas alternativas para elegir.
Ocurre que los miles de kilos de uvas que se cosecharon esta temporada chocaron con un stock de vinos muy alto que todavía espera turno para ser comercializado en la región o en mercados del exterior.
El panorama se resume entonces en que las bodegas no compran porque mientras no puedan sacar al mercado lo que tienen en existencia, tampoco se ven en la necesidad de salir a demandar uvas para elaborar nuevos productos.
Esto se vivió con fuerza particularmente este año, en el que varias relaciones comerciales de bodegas que siempre compraban la producción de un determinado chacarero quedaron sin continuidad y hubo que salir a buscar nuevos compradores en el mercado. Algo complejo por la saturación de producto, lo que obviamente terminó repercutiendo sobre los precios.
"No hay demanda, los varietales se pagan en el mejor de los casos a tres pesos el kilo, es el mismo precio de hace cinco o seis años atrás" grafica Villa.
El dato no es menor porque hay que considerar que en estos últimos cinco o seis años la inflación hizo de las suyas y hubo incrementos en la mano de obra de las chacras, y en todos los insumos que se utilizan para mantener el monte en condiciones y trabajarlo, por ejemplo postes, alambre, gasoil y aceite para la maquinaria, por mencionar sólo algunos.
Y el precio del producto no acompañó. "Para que te des una idea, cuando el dólar estaba a tres pesos, un reconocido productor vitivinícola de la zona que todavía continúa en actividad vendió el kilo de uvas a tres pesos, es decir a un dólar el kilo. Hoy el dólar vale un poco más de nueve pesos y el productor sigue recibiendo tres pesos por kilo, o sea 30 ó 35 centavos de dólar en el mejor de los casos, no tiene sentido", dispara Villa.
Así, lentamente discurre una nueva temporada para los viñateros regionales que no consiguen cerrar, al menos, un par de temporadas de bonanza que les permita pensar un poco más a largo plazo y poder acomodar sus números.
No hay desgano entre los productores vitivinícolas, nunca lo hubo. Pero sí les cuesta comprender que lo que hicieron toda la vida, y que en algún momento planificaron como la continuidad para sus hijos, hoy ni siquiera sirva para darles el sustento diario. En este sentido Villa fue lapidario: "Extraño la chacra, pero no podés vivir del aire"...

Verdugo: "En los últimos días de mayo no tenía a quién venderle la uva".

Juan Verdugo lleva muchos años en la chacra. Vivió épocas muy buenas, en las que sólo custodiaba que se hicieran bien las tareas y que nadie se apropiara de algo que no le pertenecía.
Todo cambió. Hoy está arriba del tractor y tuvo que arremangarse porque los números no le dan para pagar todo el personal que necesita para mantener operativa la chacra que administra.
"Este año hubo rindes excepcionales, pero los precios de bodega no dan ni para el productor ni para el bodeguero", explica.
En la chacra de Verdugo nace, a su entender, "una de las producciones de Malbec más exquisitas de todo el Valle". Es que algunas de sus viñas tienen más de 70 años y una carga genética que más de uno envidiaría.
Pero todo este derroche de calidad apenas sirvió para cerrar un año en delicado equilibrio y que incluso trajo aparejada una fuerte dosis de incertidumbre. "Fue una lotería, en los últimos días de mayo no tenía a quién venderle la uva", ilustra sobre lo complicado que estuvo el mercado, incluso para un producto de excelencia.
Estos 25.000 kilos de Malbec top le reportaron un valor de 3,50 pesos por kilo, que fue uno de los precios más altos obtenidos para la uva entregada en la región esta temporada. Incluso así, fue un precio bajo y muy lejos de lo que realmente debería estar si los valores hubieran evolucionado al igual que otras variables del mercado.
"Hace seis años que obtengo el mismo precio y decí que apareció un comprador a último momento, si no no sé qué hubiera hecho con la uva", aclara el productor.
Pero además comercializó otras uvas, también de excelente calidad por las que recibió 2,50 pesos por kilo por untas tintas, y apenas unos 80 centavos por kilo para unas blancas "con mucho grado".
"Si promedias todo te da unos 2 ó 2,50 pesos por kilo, es muy poco", dice Verdugo, ya haciendo un balance numérico más profundo de lo que fue esta temporada.
Confiesa que para poder cosechar el año pasado tuvo que vender un tractoelevador adquirido con mucho esfuerzo, y que las tareas en la chacra las realiza montado sobre un viejo tractor modelo 71.
Como buen productor viñatero no deja de probar un buen vino cada vez que la situación lo amerita. Y ya que está, usa el ejemplo de su vino preferido para demostrar cómo fue cayendo el valor de las uvas que produce. "Yo tomo desde hace años un vino regional (nos reservamos la marca). Hace cinco años atrás, esa caja de vino me costaba entre 15 y 17 kilos de uva. Hoy sale 217 pesos ¡sacá la cuenta y vas a ver cómo perdimos con el precio de la uva!" (La sacamos, y el valor equivale a 86 kilos de uva tomando como precio de venta 2,50 pesos por kilo).

García: "Que se vayan a hacer un curso de petróleo".

Omar García tiene una chacra cerca del INTA Guerrico desde hace varias décadas, donde conviven manzanas, peras y uvas. Supo ser un productor viñatero fuerte, pero hoy le quedan sólo dos hectáreas de uvas Merlot, que encima tienen que compartir terreno con algunas plantas de manzanas de la variedad Chañar.
"No sé qué hacer con la poca uva que me queda plantada, hoy es imposible vivir de ella", plantea el productor.
García entrega su producción habitualmente a bodegas Canale, pero este año tuvo algunos contratiempos ya que según dice "me recibió la mitad de gauchada y la otra mitad a maquila".
"A 2,50 el kilo y en cómodas cuotas, de las cuales la primera se la lleva entera el IVA", responde al ser consultado sobre cuánto recibió por su producción.
"Ellos (Canale) hacen cosecha y acarreo de la mitad, el resto lo tengo que cubrir yo", sostiene. Y acá tampoco los números cierran.
Ya no vive de esta producción de uvas, pero habla de ella como si fuera lo más importante de su existencia. Y en verdad lo fue. Recuerda que "hace cuarenta años tenía blancas y tintas, todo injertado con barbechos de Canale, luego se me fue la vida replantando".
Y tira sobre la mesa otra realidad de la fruticultura valletana. "Yo insistía para que mis hijos siguieran con esto, ahora les dije que se vayan a hacer un curso de petróleo", se sincera.
Publicado en Suplemento El Rural del Diario "Río Negro", sábado 11 de Julio de 2015.

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