sábado, 16 de julio de 2022

La historia de Rosalina: cien años a puro optimismo. Rosalina celebró su centenario el pasado 5 de julio, en Ingeniero Huergo, donde vive desde 1947.

 


La historia de Rosalina: cien años a puro optimismo.

Rosalina celebró su centenario el pasado 5 de julio, en Ingeniero Huergo, donde vive desde 1947. Optimista siempre, metódica, vital, hace seis comidas diarias, junta la leña para la cocina, lee, hace algunas tareas de la casa y aquí, comparte su receta.


“¿El secreto? No hay un secreto, hay que disfrutar cada día, solo Dios sabe hasta cuándo vamos a estar acá”, dice Rosalina de Avellá, que hace pocos días cumplió 100 años y lo festejó rodeada de familiares y amigos.

Con una vitalidad y una lucidez asombrosa, Rosalina, es una de las pobladoras más longevas de Ingeniero Huergo, lugar donde reside desde hace 75 años, luego de casarse con Antonio Avellá, quien proviene de una familia que es pionera en la colonización de esta localidad del Alto Valle.

“Realmente fue hermoso poder celebrar con mi familia este cumpleaños. Me sentí muy bien. Pude ver a sobrinos que hacía muchos años que no veía y que viajaron especialmente desde Buenos Aires para estar conmigo”, comentó.

Su cumpleaños fue el 5 de julio, aunque la celebración se realizó el 10, en un restaurante ubicado en la zona céntrica de Villa Regina, donde alrededor de 30 personas acompañaron a Rosalina en esta ocasión tan especial; entre ellas, sus nietas Paola y Cristian, sus bisnietos Florencia, Valentín, Mathías y Ariana, primas y sobrinos.

A sus 100 años, no deja de ser vital, y realiza algunas tareas de la casa en la que vive junto a una de sus hijas. Tras el desayuno, reparte sus horas del día en realizar algunas tareas de limpieza de la casa, la lectura, juntar algo de leña para el hogar y la vieja cocina de hierro, el lavado y planchado de su ropa.

“Ella es metódica: hace seis comidas diarias, y siempre es optimista, siempre ve las cosas positivas en todo”, comenta su hija Liliana con quien comparte sus días y las actividades, que implican al menos dos viajes semanales a General Roca para realizar trámites, visitas médicas, compras en supermercados y comidas en locales que se dedican a las alimentos orgánicos y veganos.


“Yo como de todo, no tengo una dieta especial y me siento muy bien. Eso sí, tomo mucha agua todos los días”, señala Rosalina. “Ahora, lamentablemente, desde hace un tiempo me diagnosticaron culebrilla que no me permite mover bien un brazo y me está afectando la vista. Estoy siguiendo un tratamiento y el médico me dijo que va a llevar tiempo la recuperación”, agregó.

“Por la tarde, después del almorzar me siento al lado de la estufa a leña, leo, hago una siesta y después hago cosas en la casa. Antes cosía, a mis hijas les hice siempre la ropa, pero ahora ya no lo hago”, contó.

Rosalina no es oriunda de Río Negro. Nació en 1922 en la localidad de La Riestra, en la provincia de Buenos Aires, donde su padre José Salas, inmigrante español oriundo de Castilla la Vieja, tenía campos junto a su esposa Lucía Luccarini, inmigrante italiana nacida en Macerata, localidad de la región de Le Marche.

Allí vivió su infancia junto a sus cinco hermanos, hasta que la familia decidió trasladarse hacia Buenos Aires, donde se hizo socia del club Huracán. Fue en las tertulias del club donde conoció a Antonio Avellá que había viajado desde Huergo por una familia conocida en común. Iniciaron el intercambio de cartas que finalizó con el casamiento en Buenos Aires.

En 1947, la pareja -acompañada por la madre de Rosalina- se trasladó a Huergo a la gran casa que tenía la familia Avellá. Ese año nació su hija Esther, asistidas como obstetra por la abuela Rosa y la tía Josefa, y en 1954 nació Liliana. “En esa casa vivimos durante varios años, hasta que terminamos de construir nuestra casa” en una de las chacras que el padre de Antonio distribuyó entre sus hijos.

“En un principio teníamos viñas, éramos socios de la Cooperativa El Lobo de Río Negro, pero después con el tiempo se fue cambiando a la plantación de peras y manzanas. Nunca nos faltó nada, había animales, se carneaba, se trabajaba en la chacra. Hubo momentos buenos y malos. Este año, por ejemplo, no tuvimos cosecha porque la helada se llevó todo”, cuenta Rosalina que aún sigue pendiente de las tareas que se realizan; aunque -dice- ya no sale a recorrer tanto la chacra como lo hacía hasta hace algunos años atrás.

“Fuimos los primeros en tener energía eléctrica”, luego del pedido al municipio para que se construyera el tendido de la red hasta la chacra que se encuentra en la zona suroeste de Huergo. “Ninguno de los vecinos quería, pero luego de que nosotros tuvimos la luz, al año todos se conectaron. También teníamos el teléfono y en 1996 instalamos el zepelín para tener gas”, rememora.

“A la chacra siempre vino toda la familia, todos disfrutaron de este lugar, a mis nietos y sobrinos les enseñé a caminar. Como en toda familia, puede haber acuerdos o desacuerdos, pero siempre hubo unión, y tal vez eso es parte del secreto para llegar a los 100 años”, sintetizó finalmente Rosalina.

Por Pablo Accinelli. Imágenes: Diario Río Negro.

PUBLICADO EN DIARIO RÍO NEGRO.

18/07/2022

https://www.rionegro.com.ar/en-casa/la-historia-de-rosalina-cien-anos-a-puro-optimismo-2399582/

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