domingo, 29 de septiembre de 2013

"Aún estamos lejos de poder colonizar Marte". "Regina es fundamental para ser la persona que soy", dijo San Martín.


Entrevista de Pablo Accinelli publicada en Diario "Río Negro", 29 de septiembre de 2013. Fotos Néstor Salas.

El ingeniero de la NASA visitó su Regina natal.
Habló de sus comienzos y de sus proyectos.
FOTO: NÉSTOR SALAS.

Cumplió el sueño que de pequeño lo desvelaba y lo hizo formando parte de un organismo que se encuentra a la cabeza de la investigación tecnológica, pero nunca olvidó su pueblo natal, donde nació su vocación por la exploración aeroespacial.
En cada oportunidad que dispone, Miguel San Martín, el ingeniero aeroespacial de la NASA que tuvo a su cargo la dirección de las últimas misiones de exploración a Marte, no pasa por alto que nació hace 54 años en una chacra de Villa Regina y que fue en este lugar donde también nació y creció su interés por el espacio exterior.
Dieciséis años atrás, tras dirigir con éxito la misión de exploración a Marte con el Marse Pathfinder volvió a su Regina natal, visita que repitió en los últimos días donde fue homenajeado al ser declarado ciudadano ilustre de la ciudad y de Río Negro, y donde además recibió con orgullo la imposición con el nombre de su padre, el ingeniero Salvador San Martín, a un espacio verde y recreativo, en reconocimiento a la labor que desarrolló en esta ciudad.
Regina es su lugar en el mundo, porque fue precisamente aquí donde nació su interés por el espacio, y si bien hace varios años la familia se desprendió de la chacra ubicada a poco menos de un kilómetro del casco céntrico de la ciudad, los recuerdos se amontonan al visitar este lugar.
"Creo que Regina es fundamental para ser la persona que soy, si bien crecí en Buenos Aires y podría decir que soy porteño, siempre me gusta mucho la idea que nací acá, a la vieja usanza; porque también soy esa mezcla con las cosas que me gustan del futuro pero también me gustan las cosas bien humanas, el hecho de venir a esta ciudad, el disfrutar del grupo de amigos, el vivir cerca de la naturaleza. Está bien Marte, las naves espaciales, son maravillosas pero cuando éramos chicos y la perra tenía perritos y podíamos ir a ver o cuando la chancha tenía chanchitos era para mí una parte que hace sea quien soy; no sé quien soy exactamente, pero esa experiencia humana de haber visto ambos mundos está muy fuerte arraigado en mí; el venir en las vacaciones acá era como salir a respirar, era algo que tenía que hacer", dice San Martín.
Contar su experiencia de vida e incentivar a los jóvenes a estudiar y esforzarse para concretar los sueños es uno de los objetivos que persigue cuando habla con ellos. "Lo importante y lo que quiero es que se inspiren para encarar cualquier proyecto que tengan en sus sueños y que trabajen duro, que sean buenos profesionales en el área en el que les interese. Yo me empecé a preparar para ser lo que hago desde el colegio primario, era un buen estudiante, sin que esto signifique no sean sanos y se diviertan" agrega.
Con cuatro misiones de exploración a Marte desarrolladas en los últimos 20 años, el hombre tiene un gran interés por poder determinar la posibilidad de desarrollar vida fuera de la tierra. "Aún estamos muy lejos de poder colonizar Marte", comentó San Martín, que sostiene que el trabajo que se viene desarrollando desde la primera sonda Viking a ese planeta, tiene como objetivo poder establecer si en algún otro punto de universo puede haber vida.
"Estamos lejos de colonizar Marte que sería el más fácil de hacer si queremos colonizar o llegar; Venus es un infierno, Mercurio está lejos y es chiquito, el resto son gaseosos", agregó.

La misión Viking.

En 1976 su idea de participar de alguna forma en la exploración del espacio exterior fue cuando tomó fuerza, cuando precisamente la Nasa envió a Marte la primera misión de exploración con la sonda Viking. Ese momento lo vivió desde Regina, mirando el cielo y siguiendo a través de la radio de onda corta la transmisión de los avances de la misión que hacía la BBC.
La noche en que la sonda Viking llegaba a Marte, se fue a dormir sin saber si la misión había sido un éxito. "La impresión fue muy grande al otro día cuando en la mañana fuimos a Regina y en el kiosco de Gómez –ubicado en pleno centro de la ciudad– vi la tapa del "Río Negro" con una foto que ilustraba una de las patas de la nave en el suelo marciano. Mirar el cielo en ese año '76 fue muy importante para mí" agrega.
Su padre fue una de las personas que más lo incentivó. "Todos los veranos e inviernos que veníamos y mirábamos el cielo y papá nos explicaba cuáles eran las diferentes constelaciones y las diferentes estrellas, me acercaba más al cielo. Acá tenía mi telescopio que utilizaba para ver la Luna y los satélites de Júpiter, y también tiraba cohetes.
FOTO: NÉSTOR SALAS.

Experimentos de chicos.

Si bien la mayor parte del año siendo estudiante lo pasaba en Buenos Aires, donde concurría a la escuela técnica Pío Nono, cada visita a la chacra era la oportunidad para experimentar y disfrutar con amigos y hermanos.
San Martín recuerda que siempre "tenía fascinación por todo lo que sea inalámbrico, ya sea control remotos o walkie talkies, no sé por qué, pero el hecho de poder comunicarme o poder darle comando a un vehículo para que cambie su dirección sin cables, era hasta el día hoy una fascinación. Por eso me gusta tanto lo que hago".
Entre las anécdotas de juegos en la chacra y hablando de walkie talkies, "yo me iba caminando hasta ver cuando funcionaba, y salía de la chacra cruzaba la ruta en dirección a la barda hasta un montecito frente a la chacra, iba hasta ahí con mis amigos y mi mamá se quedaba en la chacra y yo la llamaba '¿escuchás vieja?', había muchas aventuras así. Armaba cosas, papá me incitaba mucho comprándome juguetes de armar y yo los hacía acá, no lo hacía en Buenos Aires".

La infancia en la chacra.

Recordar su infancia en la chacra, genera una sonrisa especial en el rostro de Miguel San Martín, lugar que ahora no puede disfrutar porque fue vendida hace varios años, igualmente junto a su hermana María Cristina y su esposa Susan, tuvo oportunidad de recorrerla. "Fuimos a verla, sacaron todos los árboles que enmarcaban la entrada. Fue una necesidad. Siempre sabía que esa posibilidad existía; es durísimo verla así sin los árboles porque era una de las cosas que más nos gustaba era esa entrada de película" dijo.
Y entre los recuerdos de volver a la chacha "lo primero es la tranquera, teníamos toda una chacra de por medio, pero pasábamos muchas horas en la tranquera, se hacía de noche viendo las estrellas, ahí era donde las podías ver sin los álamos, hasta el día que empezó a haber un poco más de actividad en la zona de enfrente y con las luces de disminuyó la visión, pero igual íbamos. De chicos nos gustaba ir ahí a saludar a los autos que pasaban por la ruta y tocaban bocina. Después de almorzar o cenar siempre íbamos, era el centro de reunión de la familia, nos sentábamos y papá contaba sus historias de la Patagonia o de su vida y nos daba una lección de astronomía".

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