domingo, 14 de junio de 2020

China, en el retrato de un reginense. Máximo Peralta es un arquitecto de Villa Regina que vive en el país donde comenzó el coronavirus desde el 2018. Aunque ahora está varado en Tailandia, cuenta cómo se vive, cuáles son las costumbres y cómo es el estricto control.

China, en el retrato de un reginense.

Máximo Peralta es un arquitecto de Villa Regina que vive en el país donde comenzó el coronavirus desde el 2018. Aunque ahora está varado en Tailandia, cuenta cómo se vive, cuáles son las costumbres y cómo es el estricto control.
En septiembre del 2018, el arquitecto reginense Máximo Peralta ganó una beca para estudiar en la Universidad de Tongji, en Shanghai, China y se fue a vivir allí. En enero, durante las vacaciones, viajó a Argentina y desde el 11 de marzo espera en Tailandia que lo autoricen a volver.
Su novia pudo entrar, pero él tiene que esperar la autorización de la universidad y el gobierno. Hoy, desde una casa en Koh Phangan, al sur de Tailandia, se conecta y cuenta como están las cosas allí.
“Cuando en diciembre salgo de China, ya había información sobre el coronavirus. Se decía que había un virus en Wuhan, y había control en los aeropuertos. Me voy a Europa y allí también lo sabían, pero no había controles. El 10 de enero viajo a Argentina, pasó por San Pablo y los únicos con barbijos éramos nosotros y los asiáticos. No entendía por qué no había controles”, comienza a contar.
En febrero, decidieron volver y pasan, una vez más, por los aeropuertos de América y Europa sin controles, aunque en Italia, por ejemplo, la situación ya era incontrolable. “Hubo negligencia de los países europeos, que teniendo más casos que China no cerraban las zonas”, reflexiona hoy a la distancia.
Con su novia pensaron el pasar una semana en Tailandia ya que era el único país que permitía vuelos en conexión con China y volver a casa, pero sus planes se complicaron. “En esta isla me encontré con otros argentinos y extranjeros que están en la misma situación. Desde las universidades, nos dicen que en unas semanas podremos entrar pero ya llevamos tres meses. Ahora, dicen que será en septiembre cuando empiecen las cursadas”, cuenta.
Detalla que en China, actualmente el virus está controlado. Hubo unos pequeños brotes en el norte, en el límite con Rusia, pero nunca hubo un brote severo que abarque a todo el país.
“Si lo hubo en Wuhan, que es la capital de la provincia de Hubei, que es un territorio como Río Negro y Neuquén juntas, con 60 millones de habitantes. Pero toda esa zona fue automáticamente cerrada e incluso militarizada. Y en ciudades como Shanghai, por ejemplo, en febrero tenían no más de 200 casos”, dice.
Lo que se implementó fue una estricta regulación del movimiento de personas. Las medidas eran más o menos rígidas de acuerdo al número de infectados de cada ciudad. En algunos lugares nunca hubo un impedimento a la continuación de la vida.
Conoce la sociedad China y dice que tienen una especie de ideología grupal y gran respeto por lo que decide el gobierno. Además, los castigos son severos, generalmente, económicos. Los más desobedientes, a veces, eran los más adultos.
“Ellos tienen una vida social que pasa por la calle. Solo las clases muy pudientes tienen patios, a menos que sean de la zona rural. La gente vive en departamentos y la casa es un lugar de pernocte, no de permanencia. Comen afuera, hacen ejercicio en los parques, se reúnen afuera”, describe.
Generalmente la gente vive en grandes torres, dentro de complejos y cada edificio tenía un personal designado para atender al resto. Por otra parte, en China el mercado electrónico es gigante y estaba instalado antes del virus. No tuvieron dificultad de generar una cuarentena estricta.
Por un lado, en China hay un estricto control de los mensajes antigobierno, una gran maquinaria de gente que cuida los intereses del partido. Por otro, los ciudadanos no se oponen al Estado. “Tomaron la decisión de controlar por donde se mueve la gente a través del celular, que todos tienen uno. Para nosotros es violación a la intimidad, pero a ellos no les importa”, dice Máximo.
La aplicación llamada “Health Code” utiliza algoritmos para emitir juicios sobre las tasas de infección de sus usuarios y los clasifica en categorías: rojo, amarillo y verdes. “Los verdes podían salir, no estaba toda la gente encerrada. Era imposible que alguien con código rojo salga de su casa. Te escaneaban el celular al salir, en la calle o al entrar a cualquier lugar”, cuenta.
En estos años en China, Máximo recorrió muchos rincones del gigante asiático, descubrió su cultura, sus paisajes y admiró sus construcciones. Cuenta que en su paso por las ciudades vio mercados como el de Wuhan, en el que se dicen que se originó el virus.
“Son mercados que están de antes que se creara el sistema frigorífico. Ahí, lo del día se tiene que ir en el día. En algunos aspectos, China vive como en el siglo XIX, pero con celular”.
Explica que por su historia, salir de las dinastías, entrar al conflicto hasta la revolución con Mao, nunca se cambió radicalmente el modos de vida en el tratamiento de la comida. Un plato chino hoy, es parecido al que consumían hace 500 años. Hoy China tiene generaciones encontradas, los abuelos, no tienen puntos en común con los nietos.
“Los mercados de animales salvajes solo los vi en pueblos rurales, pero no son frecuentes. Cuando hubo hambruna había que comer y quedó la tradición, pero van a desaparecer”, dice.
Desde su lugar detenido, Máximo mira a su país y dice que en Argentina está bien que comiencen a recuperar la vida normal. “Las medidas fueron extremas para la cantidad de casos, pero nadie se imaginaba que llegaría a este número. Ya puede flexibilizar porque cansa. En China, ya tienen el ejercicio, lo hicieron con el brote de Sars, de Mers, pero allá no están acostumbrados”, destaca.
En esa especie de pausa, Máximo analiza la situación de lo que pasa en el mundo. “No voy a defender a Estados Unidos ni a China, pero voy a contar cómo se ven las cosas cuando uno está adentro de uno de esos lados”, asegura.
“Los dos países parecen el gato y el ratón, hay una puja de poder mundial que iba a suceder con virus o sin virus y ahora Estados Unidos es el país más afectado y China dice que siguió los protocolos como lo establece la Organización Mundial de la Salud. Si es de laboratorio, del pangolín, si lo puso Estados Unidos o China, eso nunca se va a saber”.
Finamente el reginense mira lo que vendrá. Es un día a día con pocas certezas. “Hay mucha recesión en el mundo, tenemos trabajos remotos y está bastante parado. Nunca estuvo tan poco clara la visión hacia adelante. Hay vuelos, pero no tengo un país que me reciba. Antes tomabas decisiones de acuerdo a tu conciencia, ahora, algo externo te dice: no podés”, reflexiona mientras espera.
Publicado en Diario "Río Negro", 13 de junio del 2020.


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